El constante crecimiento de la población mundial tiene un fuerte impacto sobre los recursos naturales del planeta. Expertos aseguran que es necesario enfocarse en evitar el sobreconsumo y no solo en la sobrepoblación.
El 15 de noviembre de 2022, la población global habrá superado los 8 mil millones de habitantes, un incremento de mil millones en tan solo una década.
«El crecimiento de la población mundial es una extraordinaria historia de éxito», sostiene Sara Hertog, experta en demografía de las Naciones Unidas, en Nueva York. Sin embargo, un reciente informe de la ONU señala que el crecimiento de la población global también es una de las principales fuentes del incremento de los gases de efecto invernadero y de la destrucción ecológica.
Según la oenegé británica La Población Importa (Population Matters), la sobrepoblación agrava la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la contaminación, la deforestación, así como la escasez de agua y alimentos.
Países ricos, principales consumidores
En entrevista con DW, Hertog señala que sería un «error» creer que ralentizar el crecimiento de la población mundial es la única solución al problema. El aumento de los salarios ha tenido un impacto mucho mayor que el crecimiento de la población, dice, y explica que los países más ricos, donde la tasa de natalidad ha caído, están usando la mayor cantidad de recursos per cápita.
De acuerdo con la Red de Huellas Globales (Global Footprint Network), si todos en el planeta vivieran como un ciudadano de Estados Unidos, necesitaríamos los recursos de por lo menos cinco Tierras. En cambio, si viviéramos como un ciudadano de Nigeria, por ejemplo, solo se consumiría un 70 por ciento de los recursos globales cada año.
Suficientes recursos para todos
Según proyecciones de la ONU, en el año 2050 la población global alcanzará los 9,7 mil millones de habitantes, y los 11 mil millones en 2100.
Vanessa Pérez-Cirera, del Instituto Global de Recursos, hace hincapié en que la Tierra tiene suficientes recursos para alimentar a la población mundial. Sin embargo, agrega, «se necesita un enorme esfuerzo político-económico y geopolítico para que los recursos lleguen a donde tienen que llegar».
Por su parte, Sylvia Lorek, profesora de economía de consumo en la Universidad de Helsinki, está convencida de que, sobre todo en el norte global, no vamos a poder seguir manteniendo nuestro estilo de vida por mucho más tiempo.
Aprender a vivir bien con «menos»
Lorek subraya que gran parte del sobreconsumo no es voluntario, sino que está relacionado con la composición de nuestras sociedades y los valores que se promueven, por ejemplo, en los medios.
En años recientes, Lorek y otros colegas han investigado cómo las personas que ya disfrutan de un estándar de vida relativamente confortable pueden aprender a «vivir bien con menos», sin tener que renunciar a su calidad de vida.
Sus recomendaciones incluyen adoptar una dieta basada en plantas y reducir el consumo de productos de origen animal, así como evitar el transporte en avión y vehículos motorizados. También es necesario reconstruir las ciudades para construir edificios más eficientes y proveer alternativas a los hogares y familias de una sola persona, porque estos consumen más energía y son responsables de más emisiones que las viviendas comunitarias.
«Necesitamos un proceso de negociación social» a fin de encontrar un equilibrio entre los ricos y pobres, dice Lorek. Así, todos tendrían lo suficiente para alcanzar la calidad mínima del umbral de vida y otros dejarían de usar un monto desproporcionado de los recursos globales limitados, algo «peligroso para la cohesión social».
Funte: DW