Durante la Semana de la Amazonía: Desarrollo Rural Sostenible y Sistemas Agroalimentarios, realizada en Manaos, la región fue reconocida como un centro estratégico para enfrentar dos de los mayores desafíos contemporáneos: la seguridad alimentaria y el cambio climático. El encuentro, organizado por el Gobierno de Brasil junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), reunió a autoridades de distintos países, organismos multilaterales, pueblos indígenas, representantes campesinos y sociedad civil, convirtiéndose en un espacio clave para delinear el futuro de la región en el marco de la cooperación internacional.
Un espacio de encuentro para el debate global
El evento puso de relieve el papel que desempeña la Amazonía como territorio indispensable para el equilibrio ambiental y como escenario en el que se define parte del futuro de la humanidad. La participación diversa de actores regionales e internacionales permitió discutir no solo cuestiones agrícolas y de seguridad alimentaria, sino también aspectos vinculados a la gobernanza, el financiamiento y la adaptación al cambio climático.
La Amazonía, al ser la mayor selva tropical del planeta, representa un área fundamental tanto en términos de biodiversidad como en su papel en los ciclos climáticos globales. En este contexto, el encuentro buscó posicionar a la región como laboratorio de innovación en bioeconomía y sostenibilidad, donde confluyen saberes ancestrales, prácticas de agricultura familiar y nuevas tecnologías para generar soluciones a problemas comunes.
Agricultura familiar como pilar de la sostenibilidad
Uno de los puntos centrales de la semana fue el reconocimiento del papel de la agricultura familiar en la región amazónica. De acuerdo con los datos presentados, el 85,4 % de las explotaciones agropecuarias pertenecen a familias campesinas. Estas unidades productivas, que históricamente han sido el motor de la alimentación local, se consolidan como actores esenciales para garantizar la soberanía alimentaria y la preservación del territorio.
El enfoque en la agricultura familiar está asociado no solo a la producción de alimentos, sino también a la conservación del medio ambiente. Al trabajar en pequeñas parcelas y emplear métodos que, en muchos casos, respetan la diversidad biológica, las comunidades rurales contribuyen a mantener ecosistemas equilibrados. Además, la producción familiar permite fortalecer circuitos cortos de comercialización, reduciendo la dependencia de grandes cadenas de distribución y promoviendo mercados locales más resilientes.
En un contexto donde muchas ciudades amazónicas enfrentan altos índices de inseguridad alimentaria, reforzar a estas familias como protagonistas resulta vital. Los sistemas agroalimentarios locales se convierten, de este modo, en la primera línea de defensa contra el hambre y la malnutrición, y en la base sobre la cual construir modelos sostenibles de desarrollo rural.
Innovación agroecológica y bioeconomía
El potencial de la Amazonía para convertirse en un laboratorio vivo de innovación agroecológica fue otro de los ejes destacados. Las condiciones únicas de la selva, junto con el conocimiento acumulado de las comunidades tradicionales, brindan un escenario idóneo para experimentar con modelos de producción basados en la agroecología y en la bioeconomía.
La bioeconomía, entendida como el aprovechamiento sostenible de la biodiversidad y de los recursos naturales para generar valor económico y social, encuentra en la Amazonía un campo fértil. Desde alimentos funcionales y medicinas naturales hasta fibras, aceites y bioplásticos, la región ofrece una diversidad de recursos que, bien gestionados, pueden convertirse en motores de desarrollo con bajo impacto ambiental.
El reto radica en canalizar inversiones estratégicas que permitan transformar este potencial en realidades productivas, al mismo tiempo que se respeta la cultura y los derechos de los pueblos originarios y comunidades locales. La apuesta por la innovación no puede estar desligada de la justicia social ni de la protección del ambiente.
Cooperación Sur-Sur y liderazgo regional
La Semana de la Amazonía también sirvió para destacar el papel que la región desempeña en la cooperación internacional, particularmente en el ámbito de la cooperación Sur-Sur. Durante las últimas dos décadas, varios países latinoamericanos han implementado políticas exitosas de combate al hambre y fortalecimiento de la nutrición que hoy son referentes para el Sur Global.
La Amazonía, por su diversidad cultural y natural, se posiciona como un territorio capaz de compartir aprendizajes con otras regiones que enfrentan desafíos similares. La cooperación Sur-Sur no solo implica el intercambio de experiencias técnicas, sino también la construcción de solidaridades entre países en vías de desarrollo. En este marco, la Amazonía puede aportar soluciones concretas a problemas como la seguridad alimentaria, la gestión sostenible de recursos y la adaptación al cambio climático.
Este liderazgo regional se apoya en el reconocimiento de la Amazonía como un bien común, cuya preservación y desarrollo no conciernen únicamente a los países que la albergan, sino a la comunidad internacional en su conjunto.
Foros paralelos y definición de prioridades
Durante el evento se realizaron foros paralelos que reunieron a distintos sectores en torno a temas específicos. Entre ellos, se destacaron la Reunión Especializada sobre Agricultura Familiar del Mercosur (REAF) y el Diálogo Técnico Regional sobre Bioeconomía Amazónica.
En estos espacios participaron gobiernos, bancos de desarrollo, empresas privadas y representantes indígenas, lo que permitió un abordaje integral de los problemas y oportunidades que enfrenta la región. Como resultado, se delineó una hoja de ruta regional que identificó seis áreas prioritarias para la acción conjunta:
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Mercados y comercialización: fortalecer cadenas de valor locales y regionales que permitan a los productores familiares acceder a mercados de manera justa y competitiva.
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Contratación pública de alimentos: promover políticas que prioricen la compra de alimentos producidos localmente para programas sociales, comedores escolares y hospitales.
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Vínculo entre clima y sistemas agroalimentarios: integrar las políticas climáticas con las estrategias de producción de alimentos, buscando modelos que reduzcan emisiones y aumenten la resiliencia.
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Economía circular: incentivar prácticas que reduzcan el desperdicio, reutilicen recursos y promuevan la eficiencia energética en la cadena agroalimentaria.
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Financiamiento e inversión: garantizar el acceso a créditos y recursos financieros que permitan a las comunidades rurales implementar proyectos sostenibles.
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Gobernanza territorial: promover modelos de gestión participativa que integren a comunidades locales, pueblos indígenas, gobiernos y sector privado en la toma de decisiones.
Esta hoja de ruta refleja un consenso regional en torno a la necesidad de actuar de manera coordinada y con una visión integral que abarque lo económico, lo social y lo ambiental.
La Amazonía como sumidero de carbono y regulador climático
Uno de los aspectos más relevantes del encuentro fue el reconocimiento del papel de la Amazonía como sumidero de carbono y regulador climático. Se estima que la selva amazónica almacena hasta 200 mil millones de toneladas de carbono en su biomasa forestal. Esta capacidad de almacenamiento equivale a varios años de emisiones globales de gases de efecto invernadero.
La función de la Amazonía no se limita al carbono. A través de la evapotranspiración, la selva libera miles de millones de toneladas de agua diariamente, lo que contribuye a regular los ciclos del agua y del carbono. Este proceso genera un efecto de enfriamiento que ayuda a estabilizar el clima regional y global.
La Amazonía, por lo tanto, no solo es un pulmón verde en términos metafóricos, sino un sistema natural cuya existencia resulta imprescindible para la vida en el planeta.
Amenazas de la deforestación
Sin embargo, este papel crucial se ve amenazado por la deforestación. La pérdida de cobertura vegetal en la Amazonía libera grandes cantidades de carbono almacenado, intensificando el efecto invernadero. Además, pone en riesgo a más del 10 % de la biodiversidad terrestre del planeta, al destruir hábitats y alterar los equilibrios ecológicos.
La deforestación, impulsada por la expansión de la frontera agrícola, la explotación ilegal de madera, la minería y la construcción de infraestructuras no planificadas, constituye uno de los mayores desafíos para la región. Sus impactos se extienden más allá de las fronteras amazónicas, afectando al clima global y poniendo en peligro los objetivos internacionales de mitigación del cambio climático.

Medidas urgentes para revertir la tendencia
Ante este panorama, el encuentro enfatizó la necesidad de implementar medidas urgentes y coordinadas para frenar la deforestación y restaurar los ecosistemas degradados. Entre las principales acciones señaladas se encuentran:
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Protección y reforestación activa: fortalecer las áreas protegidas y desarrollar programas de reforestación que prioricen especies nativas y respeten los saberes locales.
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Gestión sostenible de los recursos naturales: promover modelos productivos que integren el uso de los bosques, la agricultura y la pesca sin comprometer la biodiversidad.
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Participación comunitaria: garantizar que las comunidades locales e indígenas participen activamente en la toma de decisiones y en la implementación de políticas ambientales.
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Inversión climática: movilizar recursos financieros nacionales e internacionales para proyectos que reduzcan emisiones, fortalezcan la resiliencia y mejoren la calidad de vida de las poblaciones amazónicas.
Un futuro en construcción
La Semana de la Amazonía en Manaos dejó en claro que el futuro de la región no depende únicamente de las políticas nacionales, sino de la capacidad de articular esfuerzos a nivel regional y global. La cooperación internacional, el protagonismo de las comunidades locales y la integración de enfoques ambientales, sociales y económicos son los pilares sobre los que se construirá un modelo sostenible.
El desafío es inmenso: garantizar el derecho humano a la alimentación en un territorio donde la inseguridad alimentaria aún es una realidad, proteger la biodiversidad más rica del planeta y contribuir a la estabilidad climática mundial. Sin embargo, también lo es el potencial que ofrece la Amazonía como fuente de soluciones innovadoras y como espacio donde la humanidad puede aprender a convivir en armonía con la naturaleza.
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