El mundo enfrenta otro revés en su lucha contra la contaminación. Este domingo, las negociaciones para alcanzar un tratado mundial contra la contaminación por plásticos concluyeron sin acuerdo en Busan, Corea del Sur. La cumbre, que marcaba el quinto encuentro del Comité Intergubernamental de Negociación (INC-5), se cerró con la promesa de retomar las conversaciones en 2025, tras dos años de esfuerzos infructuosos.
“Varias cuestiones críticas aún nos impiden lograr un acuerdo general. Estas cuestiones continúan siendo espinosas y hará falta más tiempo para resolverlas de forma eficaz”, declaró Luis Vayas Valdivieso, embajador de Ecuador, en la última sesión plenaria. A pesar de la falta de consenso, instó a los países a “construir sobre los avances conseguidos”.
Posturas enfrentadas
La cumbre, que comenzó el 25 de noviembre, reunió a más de 170 países con el objetivo de diseñar un instrumento internacional jurídicamente vinculante para combatir la contaminación plástica. Sin embargo, desde el inicio quedó claro que las negociaciones estaban divididas entre dos grandes bloques: por un lado, la “Coalición de ambiciones altas”, compuesta por 60 países que buscan un enfoque integral para abordar el problema, y por otro, un pequeño grupo de Estados productores de petróleo, liderado por Rusia, Arabia Saudita e Irán, que se opone a limitar la producción de plástico.
Para los países de la coalición, es indispensable abordar todo el ciclo de vida del plástico, desde su producción a base de petróleo hasta la gestión de residuos. En cambio, el grupo liderado por los países petroleros insiste en que el tratado debería centrarse únicamente en el reciclaje y la gestión de residuos, sin afectar la producción.
“Estamos preocupados por la obstrucción continua de ciertos países productores de petróleo”, señaló Olga Givernet, ministra de Energía de Francia, reflejando la frustración generalizada. Un diplomático europeo fue más directo: “El grupo reacio a un acuerdo ambicioso practicó la táctica del aplastamiento, el abuso del poder de veto”.
Impactos globales y urgencia
El desafío es monumental. Según la OCDE, si no se toman medidas, la contaminación plástica podría triplicarse para 2060, alcanzando las 1.200 millones de toneladas anuales, comparadas con las 460 millones de 2019. La producción de plástico seguiría la misma trayectoria, exacerbando los problemas ambientales y de salud pública.
“Realizamos unos avances indispensables en una serie de cuestiones cruciales”, afirmó Juliet Kabera, jefa de la delegación de Ruanda, aunque lamentó los intentos de algunos países por eliminar disposiciones vinculantes clave.
El grupo opositor, encabezado por Kuwait, defendió su postura argumentando que la reducción de la producción de plástico no estaba contemplada en el mandato del tratado. “El objetivo es acabar con la contaminación por plástico, no con el plástico en sí”, sostuvo el representante kuwaití, señalando la falta de propuestas concretas para sustituir este material.
El estancamiento en Busan subraya la complejidad de conciliar intereses políticos, económicos y ambientales en un escenario global. Aunque las negociaciones continuarán en 2025, el fracaso de esta cumbre deja un mensaje claro: el mundo sigue lejos de encontrar soluciones concretas para uno de los desafíos ambientales más urgentes de nuestro tiempo.
Mientras tanto, el plástico sigue acumulándose en océanos y ecosistemas, recordando que el tiempo para actuar se agota.