sábado, octubre 12, 2024
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En los últimos 25 años se perdieron más de 3.000 mil millones de toneladas de hielo en la Antártida

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Si todo el hielo perdido en el continente blanco que los investigadores han mensurado se apilara tendría una altura de más de 2 km o representaría a 137 edificios Empire State colocados uno encima del otro. Veinte grandes glaciares forman la ensenada del mar de Amundsen en la Antártida occidental.

Desempeñan un papel clave en la contribución al nivel de los océanos del mundo. Hay allí tanta agua retenida en la nieve y el hielo que, si todo se drena al mar, los niveles globales de los océanos podrían aumentar en más de un metro. La investigación que confirma estos datos acaba de ser publicada en la revista científica Nature Communications.

Fue dirigida por Benjamín Davison de la Universidad de Leeds. En ella, él y su equipo calcularon el balance de masa de la ensenada del mar de Amundsen. Esto describe el equilibrio entre el volumen de nieve, el excedente de hielo debido a las nevadas y la masa perdida por desprendimientos, donde los icebergs se forman al final de un glaciar y se desplazan hacia el mar.

Cuando ese desprendimiento ocurre más rápido de lo que el hielo es reemplazado por nevadas, la ensenada pierde masa en general y contribuye al aumento global del nivel del mar. De manera similar, cuando disminuye el suministro de nieve, la ensenada puede perder masa en general y contribuir al aumento del nivel del mar. Los resultados de sus relevamientos muestran que la Antártida Occidental experimentó una disminución neta de 3331 mil millones de toneladas de hielo entre 1996 y 2021, contribuyendo con más de nueve milímetros al nivel global del mar.

Se cree que los cambios en la temperatura del océano y las corrientes fueron los factores más importantes que impulsaron la pérdida de hielo. Davison, investigador asociado del Instituto de Ciencias Climáticas y Atmosféricas de Leeds, indicó al respecto que “los 20 glaciares de la Antártida occidental han perdido una gran cantidad de hielo durante el último cuarto de siglo y no hay señales de que el proceso vaya a revertirse pronto, aunque hubo períodos en los que la tasa de pérdida de masa disminuyó ligeramente. Los científicos están monitoreando lo que está sucediendo en la ensenada del mar de Amundsen debido al papel crucial que juega en el aumento del nivel del mar. Si los niveles de los océanos aumentaran significativamente en los próximos años, hay comunidades en todo el mundo que experimentarían inundaciones extremas”.

Más nevadas, malas noticias

Utilizando modelos climáticos que muestran cómo se mueven las corrientes de aire alrededor del mundo, los científicos identificaron que la ensenada de Amundsen había experimentado varias nevadas extremas durante el período de estudio de 25 años. Esto sería el resultado de períodos de fuertes nevadas y otros de muy pocas o, lo que los especialistas llaman, una “sequía de nieve”. Los investigadores incluyeron estos eventos extremos en sus cálculos.

Así, sorprendentemente, descubrieron que estos eventos contribuyeron con hasta la mitad del cambio de hielo en ciertos momentos y, por lo tanto, jugaron un papel clave en la contribución que está haciendo la ensenada de Amundsen al aumento del nivel del mar durante ciertos períodos. Por ejemplo, entre 2009 y 2013, los modelos revelaron una etapa de persistente sequía de nieve. La falta de nevadas privó a la capa de hielo y provocó que perdiera masa, lo que contribuyó aproximadamente a un 25% más al aumento del nivel del mar que en años de nevadas promedio.

En cambio, durante los inviernos de 2019 y 2020 hubo nevadas muy intensas. Los científicos estimaron que este fenómeno mitigó la contribución del nivel del mar de la ensenada de Amundsen, reduciéndola a aproximadamente la mitad de lo que habría sido en un año promedio.

“Los cambios en la temperatura y la circulación del océano parecen estar impulsando los cambios a largo plazo y a gran escala en la masa de la capa de hielo de la Antártida Occidental. Necesitamos investigarlos más porque es probable que controlen la contribución general del nivel del mar de la Antártida Occidental. Sin embargo, nos sorprendió mucho ver cuánto podrían afectar la capa de hielo los períodos de nevadas extremadamente bajas o altas durante períodos de dos a cinco años, tanto que creemos que podrían desempeñar un papel importante, aunque secundario, en el control tasas de pérdida de hielo en la Antártida Occidental” informó Davison.

Pierre Dutrieux, científico de British Antarctic Survey y coautor del estudio, agregó: “Los cambios de temperatura del océano y la dinámica glacial parecen estar fuertemente conectados en esta parte del mundo, pero este trabajo destaca la gran variabilidad y los procesos inesperados por cuyas nevadas también juegan un papel directo en la modulación de la masa glaciar”. La pérdida de hielo de la región durante los últimos 25 años ha provocado el retroceso del glaciar Pine Island, también conocido como PIG. A medida que retrocedía, uno de sus glaciares afluentes se desprendió del principal y se aceleró su deshielo rápidamente.

Como resultado, el glaciar tributario ahora ha sido nombrado por el Comité de Nombres de Lugares Antárticos del Reino Unido, Glaciar Piglet, para que pueda ser localizado e identificado sin ambigüedades en estudios futuros. Anna Hogg, una de las autoras del artículo y profesora asociada del Instituto de Ciencias Climáticas y Atmosféricas de Leeds, afirmó que “además de arrojar nueva luz sobre el papel de la variabilidad extrema de las nevadas en los cambios de masa de la capa de hielo, esta investigación también proporciona nuevas estimaciones de la rapidez con que esta importante región de la Antártida está contribuyendo al aumento del nivel del mar. Las observaciones satelitales han demostrado que el recién nombrado glaciar Piglet aceleró su velocidad de hielo en un 40%, ya que el PIG más grande se redujo a una menor medida desde que comenzaron los registros”.

Satélites como el Copernicus Sentinel-1, que utiliza sensores que ven a través de las nubes incluso durante la larga noche polar, han transformado la capacidad para monitorear regiones remotas. “Es esencial contar con mediciones frecuentes del cambio en la velocidad del hielo y el desprendimiento de icebergs, para que podamos monitorear el cambio increíblemente rápido que tiene lugar en la Antártida”, concluyó Hogg.

El equipo de esta investigación se completó con Richard Rigby, Sanne Veldhuijsen, Jan Melchior van Wessem, Michiel R. van den Broeke, Paul R. Holland y Heather L. Selley.

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