Entre el 10 y el 21 de noviembre de 2025, el mundo volverá a girar su atención hacia la lucha contra el cambio climático en la 30ª Conferencia de las Partes (COP30). El encuentro, que tendrá lugar en Belém, Brasil, reunirá a representantes de 198 países con el objetivo de tomar decisiones que definirán el rumbo de la acción climática en las próximas décadas.
El evento no es uno más en la larga lista de cumbres internacionales: llega en un contexto de urgencia global, en el que la ciencia advierte que el tiempo para mantener el límite de 1,5 °C de aumento de la temperatura media del planeta se agota rápidamente. Con este telón de fondo, la COP30 se proyecta como un punto de inflexión en la diplomacia climática.
Una conferencia marcada por la urgencia
La COP30 pondrá sobre la mesa tres grandes ejes: la reducción de emisiones, la adaptación a los impactos del cambio climático y la transición justa hacia energías renovables. Estos temas no son nuevos, pero se abordan ahora bajo una presión inédita.
Las emisiones globales de gases de efecto invernadero siguen en niveles altos, y los compromisos asumidos por los países —las llamadas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC)— no son suficientes para cerrar la brecha entre lo prometido y lo necesario. En paralelo, el aumento de fenómenos extremos como olas de calor, incendios forestales, inundaciones y sequías refuerza la urgencia de avanzar en medidas de adaptación que permitan proteger vidas y economías.
La transición hacia energías renovables, además, plantea un desafío de equidad. No se trata únicamente de cambiar la matriz energética, sino de garantizar que el proceso sea inclusivo, genere empleo y no deje atrás a las comunidades más vulnerables.

El protagonismo de Brasil
Como país anfitrión, Brasil decidió adelantar la cumbre de jefes de Estado al 6 y 7 de noviembre, antes del inicio oficial de las sesiones. Esta decisión busca asegurar un arranque político sólido que facilite las negociaciones técnicas posteriores. Con ello, Brasil busca no solo mostrar capacidad de organización, sino también proyectar liderazgo internacional en un tema clave.
La COP30 representa una oportunidad histórica para Brasil. El país tiene una larga trayectoria en las negociaciones climáticas, que se remonta a la Eco-92 en Río de Janeiro y a la conferencia Río+20. En esta ocasión, busca mostrar avances en energías renovables, biocombustibles y agricultura de bajo carbono, así como un compromiso renovado con la protección de la Amazonia.
Belém: la Amazonia como símbolo y escenario
La elección de Belém como sede no es casual. La ciudad se ubica en la puerta de entrada a la Amazonia, un ecosistema vital para la estabilidad climática global. La región enfrenta desafíos críticos: deforestación, degradación de suelos, presión sobre comunidades locales y un modelo económico que muchas veces avanza sobre los recursos naturales.
Realizar la COP30 en este territorio envía un mensaje claro: proteger la Amazonia es proteger el futuro del planeta. La cumbre busca así conectar la diplomacia internacional con la realidad de uno de los biomas más relevantes del mundo.
Revisión de compromisos y nuevas metas
Uno de los puntos centrales de la COP30 será la revisión de los compromisos nacionales. Cada país deberá mostrar hasta qué punto ha avanzado en sus planes climáticos y qué nuevas metas está dispuesto a asumir.
La expectativa es que la conferencia sirva para elevar la ambición colectiva. La meta del Acuerdo de París —mantener el aumento de la temperatura muy por debajo de los 2 °C y preferentemente en 1,5 °C— requiere de acciones inmediatas y profundas. Belém se perfila como el espacio donde los gobiernos deberán demostrar si están dispuestos a cerrar la brecha entre los discursos y las acciones.
Finanzas climáticas y justicia global
El financiamiento es otro de los grandes temas en discusión. Los países en desarrollo reclaman más apoyo económico y tecnológico para avanzar en la transición energética y en la adaptación. El cumplimiento de las promesas de financiamiento climático, así como la creación de mecanismos de apoyo para enfrentar pérdidas y daños, estarán en el centro de las negociaciones.
La justicia climática se ha consolidado como un principio fundamental. No todos los países tienen la misma responsabilidad en las emisiones históricas, pero todos enfrentan las consecuencias del cambio climático. La COP30 será una prueba para la solidaridad internacional y para la capacidad de construir soluciones colectivas.
Ciencia y cooperación internacional
El marco científico del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) aportará la base técnica para los debates. Sus informes recientes señalan que, sin reducciones rápidas y profundas en todos los sectores, el límite de 1,5 °C será inalcanzable. Esta advertencia refuerza la idea de que la COP30 es una oportunidad decisiva para transformar compromisos en acciones concretas.
La cooperación internacional también se pondrá a prueba. La magnitud del desafío exige coordinación entre gobiernos, sector privado, ciencia y sociedad civil. En Belém se espera la participación activa de comunidades indígenas, organizaciones no gubernamentales y movimientos juveniles, actores que han ganado protagonismo en la agenda climática global.
Un evento sostenible
Brasil se comprometió a organizar una conferencia con criterios de sostenibilidad. Para ello, anunció que las instalaciones funcionarán con energía renovable, se aplicarán medidas de economía circular y se implementarán programas de compensación de carbono.
La intención es que la logística del evento sea coherente con los valores que promueve, convirtiéndose en un ejemplo de cómo realizar grandes encuentros internacionales de manera responsable.
La cuenta regresiva hacia Belém
Con la fecha ya marcada en el calendario, la cuenta regresiva para la COP30 avanza. Gobiernos, empresas, científicos y organizaciones de la sociedad civil afinan posiciones y preparan propuestas para un encuentro que podría definir el rumbo de las próximas décadas.
La expectativa es alta. El planeta necesita resultados concretos y verificables. Belém se presenta como un escenario donde se deberán demostrar compromisos reales, en un momento en que la humanidad enfrenta su mayor desafío colectivo.
La historia de la diplomacia climática
Para comprender la relevancia de la COP30 es necesario recordar el camino recorrido. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) nació en la Cumbre de Río de 1992. Allí se estableció que todos los países deben actuar, aunque con responsabilidades diferenciadas, reconociendo el mayor peso de los desarrollados.
De esa convención surgió la Conferencia de las Partes, la COP, como órgano de decisión encargado de hacer avanzar las negociaciones. Desde entonces, cada año los países se reúnen para discutir avances y definir nuevas medidas.
En este proceso se adoptaron acuerdos históricos. El Protocolo de Kioto en 1997 introdujo compromisos vinculantes de reducción de emisiones para países desarrollados. El Acuerdo de París en 2015 estableció un marco global en el que todos los países deben presentar sus NDC y actualizar periódicamente sus metas.

Una agenda cada vez más amplia
Con el paso de los años, la agenda de la COP se ha expandido. Además de mitigación y adaptación, se discuten temas como pérdidas y daños, igualdad de género, seguridad alimentaria, océanos y la participación de comunidades locales.
Esta ampliación refleja la complejidad del cambio climático, que no es solo un problema ambiental, sino también social, económico y político. La COP30 deberá dar respuesta a esta diversidad de desafíos, articulando soluciones integrales que aborden las múltiples dimensiones de la crisis.
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