La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alertó sobre el aumento desmedido del desperdicio de alimentos a nivel global. Según sus estadísticas, «cada día se desperdician más de 1000 millones de comidas, el equivalente a 1,3 comidas diarias para cada persona hambrienta en el mundo».
El impacto de esta problemática no es menor. De acuerdo con la ONU, si se lograra reducir el desperdicio de alimentos, todas las personas que padecen hambre en el mundo podrían acceder a una comida más al día.
Los números de Argentina
En el país, la situación también es alarmante. Se pierden aproximadamente 16 millones de toneladas de alimentos al año. En la Ciudad de Buenos Aires, se desechan en promedio 8,4 kilogramos de comida por persona anualmente.
Un estudio reciente de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) reveló que las verdulerías representan un punto clave del desperdicio. En los 2400 locales relevados, se descartaron, en promedio, 22 kilos diarios de frutas y verduras, lo que equivale a casi 50 toneladas de residuos orgánicos al día. Además del impacto ambiental, esta cifra representa una pérdida económica de hasta 26 dólares diarios por comercio.
Cómo reducir el desperdicio de alimentos
Desde distintos organismos se enfatiza la importancia de adoptar hábitos de consumo responsables para mitigar esta problemática. Algunas estrategias incluyen:
- Planificar con anticipación las comidas a preparar y consumir.
- Optar por productos de proximidad.
- Hacer compost con los restos de vegetales.
- Almacenar adecuadamente los alimentos: mantener la heladera a menos de 5°C, separar los alimentos cocidos de los crudos y utilizar recipientes herméticos.
- En restaurantes, solicitar el empaquetado de las sobras para su consumo posterior.
- Aprovechar un mismo alimento para diversas preparaciones.
- Calcular las porciones con realismo para evitar el desperdicio.
- Evitar la compra excesiva de alimentos cuando se prevé una ausencia prolongada del hogar.
El desperdicio de alimentos no solo representa una crisis ambiental y económica, sino también una cuestión ética, dado que miles de millones de personas en el mundo sufren hambre. Reducir esta problemática es una tarea que involucra tanto a gobiernos y comercios como a cada individuo en su rol de consumidor
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