Una profunda preocupación se ha desatado a nivel internacional tras la divulgación de imágenes impactantes que muestran a dos orcas y doce delfines atrapados en condiciones alarmantes en los tanques de Marineland Antibes, un parque acuático cerrado desde enero de 2024, en la Costa Azul de Francia. Las fotografías y videos, difundidos por el grupo activista TideBreakers, revelan animales rodeados de estructuras deterioradas y agua infestada de algas, lo que ha provocado una ola de indignación global y exigencias urgentes de acción.
Un parque cerrado, pero con vida atrapada
Marineland Antibes, durante décadas uno de los acuarios más importantes de Europa, cerró sus puertas como consecuencia de la nueva legislación francesa que prohíbe los espectáculos con cetáceos. Esta normativa, que representa un paso importante hacia una relación más ética con los animales marinos, dejó sin un destino claro a los cetáceos que alguna vez protagonizaron exhibiciones para miles de visitantes.
Las orcas Wikie, de 23 años, y su hijo Keijo, de 11, permanecen desde entonces en tanques que ya no reciben el mantenimiento adecuado. Según TideBreakers, “las condiciones actuales ponen en peligro la salud física y mental de los animales”. Las instalaciones, que alguna vez fueron símbolo del entretenimiento marino, hoy lucen abandonadas, con estructuras oxidadas, tanques en descomposición y agua cubierta de algas verdes, un signo evidente de la falta de higiene y circulación.
«Se está acabando el tiempo. Esto es una emergencia«, advirtió la organización en un comunicado público que acompañó la difusión del material audiovisual. Las imágenes muestran a los cetáceos nadando en círculos, una conducta asociada al estrés crónico en cautiverio, mientras el entorno se desmorona a su alrededor.
Un destino incierto para los cetáceos
La situación no solo afecta a las dos orcas, sino también a una docena de delfines mulares, igualmente atrapados en condiciones deplorables. La falta de opciones viables para su reubicación agrava el panorama. En algunos círculos internos, incluso se ha mencionado la eutanasia como una posibilidad ante la imposibilidad de garantizarles un futuro digno, una idea que ha sido duramente criticada por organizaciones defensoras de los derechos animales.
“El hecho de que después de años de explotación y entretenimiento público, estos animales terminen en el abandono es inaceptable”, expresó un portavoz de TideBreakers. “Merecen un entorno limpio, seguro y natural donde puedan vivir con dignidad”.
Mientras tanto, los esfuerzos para encontrar una salida responsable han chocado con barreras políticas y burocráticas. El gobierno francés rechazó la opción de trasladar las orcas a Japón, un país que aún permite espectáculos con cetáceos y que ha sido duramente cuestionado por sus políticas de caza de delfines y ballenas. Por otro lado, España también se negó a recibirlas en un acuario de las Islas Canarias, argumentando la falta de infraestructura adecuada y la complejidad legal del proceso.
Una de las pocas propuestas concretas provino del Whale Sanctuary Project, una organización internacional que propone construir un santuario marino en Canadá, donde los cetáceos puedan vivir en condiciones más cercanas a su hábitat natural, sin la presión del espectáculo y con atención veterinaria continua. Sin embargo, el proyecto aún espera aprobación oficial y financiación.

La presión internacional crece
La difusión del caso por redes sociales, medios internacionales y organizaciones ambientales ha puesto el foco del mundo en Francia, que se enfrenta a una creciente presión para actuar rápidamente. Celebridades, ambientalistas, científicos y ciudadanos comunes han comenzado a exigir una solución urgente y ética para los animales atrapados en Marineland Antibes.
El silencio del gobierno francés frente a la crisis ha sido motivo de críticas por parte de ONGs europeas, que denuncian la falta de un plan claro y acusan a las autoridades de desentenderse de la responsabilidad adquirida al prohibir los espectáculos sin garantizar alternativas viables.
Mientras tanto, las orcas y los delfines continúan encerrados, sin contacto con el mar, sin estímulos y en un ambiente cada vez más hostil. Cada día que pasa aumenta el riesgo de enfermedades, deterioro físico y sufrimiento psicológico.

¿Un punto de inflexión?
El caso Marineland podría marcar un antes y un después en la relación entre Europa y los cetáceos en cautiverio. Si bien la legislación francesa fue celebrada como un avance en términos de bienestar animal, la falta de soluciones concretas para los individuos afectados demuestra la necesidad de políticas integrales que contemplen no solo la prohibición, sino también el cuidado posterior.
TideBreakers y otras organizaciones continúan presionando para que se tomen medidas urgentes, incluyendo la intervención directa del Estado francés y organismos internacionales, con el fin de garantizar que estos animales no terminen sus días encerrados en un tanque sin futuro.
Como señalaron desde Whale Sanctuary Project: “Estos animales no pueden esperar años. Necesitan una solución ahora”. Y con el mundo observando, el tiempo para actuar se está agotando.
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