El descubrimiento refuerza la importancia de preservar la biodiversidad del Chaco argentino y abre nuevas puertas a la investigación ornitológica en ecosistemas poco explorados.
En medio del monte chaqueño, donde los quebrachales, los algarrobos y los ríos sinuosos delinean un paisaje tan vasto como misterioso, un silencioso pero trascendental acontecimiento acaba de marcar un hito para la ciencia y la conservación ambiental en Argentina. En una reciente jornada de patrullaje, el guardaparque Matías Almeida logró documentar por primera vez la presencia de una Lechuza Canela (Aegolius harrisii) en el Parque Nacional El Impenetrable, un registro inédito para esta área protegida y una confirmación más de la riqueza biológica que encierra uno de los últimos bastiones de monte nativo en Sudamérica.
El hallazgo no solo emociona por su valor ornitológico. También se transforma en una señal clara de que los esfuerzos de conservación y monitoreo están dando frutos. Desde la administración del parque, el registro fue celebrado como “una muestra concreta del impacto positivo que tienen las políticas de protección ambiental”, al tiempo que se remarcó que “descubrimientos como este refuerzan la necesidad de seguir preservando estos ecosistemas frágiles y amenazados”.
Pero ¿qué implica realmente haber encontrado a la Lechuza Canela en El Impenetrable? ¿Qué dice este dato sobre el estado de conservación de la región? ¿Y qué desafíos y oportunidades plantea para los científicos, naturalistas y responsables de la gestión del parque? A continuación, un recorrido profundo por los múltiples niveles de este hallazgo.
Una visitante esquiva: quién es la Lechuza Canela
La Lechuza Canela, cuyo nombre científico es Aegolius harrisii, es una especie poco frecuente en la mayoría de los registros ornitológicos del país. De hábitos nocturnos y aspecto enigmático, esta pequeña rapaz pertenece a la familia Strigidae y suele pasar desapercibida incluso para los observadores más atentos. Su plumaje marrón claro, salpicado de tonos ocres y canelas, le permite mimetizarse perfectamente con la corteza de los árboles donde descansa durante el día.
Hasta el momento, su distribución conocida en Argentina incluía regiones del centro-sur del país, con registros más frecuentes en bosques andino-patagónicos, pastizales del sur bonaerense y algunas zonas de la Pampa húmeda. Sin embargo, no existían registros documentados de su presencia en el Chaco seco ni específicamente en El Impenetrable, una región cuya exploración ornitológica ha crecido recién en las últimas décadas.
La confirmación de su presencia en este parque nacional no solo amplía el mapa de distribución de la especie en el país, sino que plantea nuevas preguntas sobre sus patrones migratorios, su plasticidad ecológica y su capacidad de adaptación a distintos ambientes.

El rol del guardaparque Matías Almeida y el valor del monitoreo constante
El protagonista del hallazgo, el guardaparque Matías Almeida, no es ajeno al compromiso con la biodiversidad chaqueña. Con años de experiencia recorriendo los senderos, ríos y claros del monte, su tarea cotidiana implica no solo proteger el parque de amenazas como la caza furtiva o los desmontes ilegales, sino también colaborar en tareas científicas vinculadas al monitoreo de fauna.
Fue en una de esas jornadas de patrullaje al atardecer, mientras caminaba por una zona de transición entre monte y pastizal, que Almeida detectó un movimiento extraño entre las ramas de un árbol seco. Al alumbrar con su linterna y hacer una pausa, logró distinguir la silueta redondeada de un ave nocturna, posada a baja altura. Inmediatamente encendió su cámara, tomó registro fotográfico y grabó un breve video. Tras consultar con especialistas en aves rapaces, la identidad fue confirmada: se trataba de una Lechuza Canela adulta.
Este tipo de hallazgos no sería posible sin la labor constante del cuerpo de guardaparques y técnicos que realizan observaciones sistemáticas. A menudo, son estos registros aparentemente “casuales” los que luego resultan determinantes para comprender mejor los ecosistemas y tomar decisiones informadas sobre su manejo.
El Impenetrable: una joya chaqueña de biodiversidad
Ubicado en el noroeste de la provincia del Chaco, con una superficie de más de 128.000 hectáreas, el Parque Nacional El Impenetrable es una de las áreas protegidas más jóvenes y emblemáticas de la Argentina. Su creación, en 2014, fue el resultado de una larga lucha de organizaciones ambientales, comunidades locales, científicos y autoridades provinciales y nacionales que buscaban conservar una de las ecorregiones más amenazadas del país.
El parque protege una muestra representativa del Gran Chaco argentino, un bioma caracterizado por su clima seco, sus bosques bajos, sus pastizales salinos y su enorme diversidad biológica. Entre las especies emblemáticas que alberga se destacan el yaguareté, el oso hormiguero gigante, el tapir, el águila coronada, el pecarí quimilero y decenas de especies de reptiles, anfibios e invertebrados.
En lo que respecta a las aves, se han registrado más de 300 especies, muchas de ellas endémicas o amenazadas. El hallazgo de la Lechuza Canela se suma a este listado en expansión y demuestra que el parque aún guarda secretos por descubrir.

Un llamado a fortalecer la investigación y la conservación
Desde la Administración de Parques Nacionales (APN), el registro fue recibido con entusiasmo. “Estos descubrimientos son indicadores de salud ambiental”, explicó la bióloga Mariana Rojas, coordinadora del área de Conservación del parque. “La aparición de especies poco comunes sugiere que el ecosistema mantiene condiciones adecuadas de hábitat, alimentación y refugio. Pero también nos obliga a seguir investigando”.
Uno de los desafíos que subraya Rojas es la necesidad de aumentar el esfuerzo científico sistemático. Aunque el parque cuenta con varios programas de monitoreo, la vastedad del territorio y la dificultad de acceso hacen que muchas zonas permanezcan virtualmente inexploradas. “Aún no tenemos un inventario completo de la biodiversidad del parque. Necesitamos más recursos, más investigadores y más proyectos interdisciplinarios”, enfatiza.
En ese sentido, se están tejiendo alianzas con universidades nacionales, ONGs ambientalistas y centros de investigación para profundizar en estudios de aves, mamíferos, anfibios e incluso comunidades microbianas del suelo. La reciente documentación de la Lechuza Canela será incorporada a futuras líneas de investigación ornitológica.
Educación ambiental y turismo responsable: claves para el futuro
El hallazgo también tiene implicancias educativas y turísticas. Desde la Dirección Regional Noreste de Parques Nacionales se adelantó que la historia de la Lechuza Canela será incorporada en actividades de educación ambiental para escuelas rurales de la zona. “Queremos que los chicos y chicas chaqueños sepan que viven cerca de un lugar único, que es refugio de especies que no se ven en ningún otro lado”, explicó Gabriela Navarro, responsable de los programas de sensibilización.
A su vez, se trabaja para consolidar un modelo de turismo de naturaleza sustentable, donde visitantes de todo el país y del exterior puedan disfrutar del avistaje de fauna, los recorridos en kayak por el río Bermejito, los senderos interpretativos y las visitas a comunidades originarias como los Wichí, que conservan un vínculo profundo con el entorno natural.
El turismo bien gestionado puede ser una fuente de ingresos alternativa para las poblaciones rurales del Chaco, muchas veces marginadas por la falta de infraestructura y oportunidades. “El visitante que llega y escucha la historia de la Lechuza Canela se lleva no solo una foto o un recuerdo, sino también un mensaje: que cuidar la biodiversidad es una tarea colectiva”, resume Navarro.

Una lechuza que interpela al presente y al futuro
El hallazgo de la Lechuza Canela no cambia radicalmente los mapas ni revoluciona la zoología. Pero tiene una carga simbólica y científica que trasciende el dato. Nos recuerda que aún hay mucho por descubrir en los ecosistemas nativos del norte argentino. Que el conocimiento no es un producto terminado, sino un proceso en marcha que necesita ojos atentos, voluntad política, ciencia comprometida y comunidad involucrada.

En tiempos en que la pérdida de hábitats, el cambio climático y la fragmentación de los ecosistemas amenazan la vida silvestre en todo el mundo, cada ave registrada, cada especie redescubierta, cada espacio protegido, es una victoria. Una señal de que otro vínculo con la naturaleza es posible.
La Lechuza Canela ya forma parte de las páginas del Parque Nacional El Impenetrable. No como un simple visitante ocasional, sino como símbolo alado de una biodiversidad que aún resiste, vuela, se esconde… y espera ser protegida.
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