lunes, octubre 6, 2025
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Antártida: el hielo marino marca un nuevo retroceso histórico y enciende alarmas globales

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El hielo marino que rodea la Antártida atraviesa un período crítico y continúa reduciéndose a niveles récord. Año tras año, la superficie helada del océano antártico muestra cifras preocupantes que evidencian el impacto del cambio climático.

Tradicionalmente, durante el invierno austral, el mar que rodea el continente blanco se congela y se expande varios kilómetros desde la costa, alcanzando su punto máximo entre septiembre y octubre, antes de iniciar el deshielo de la primavera. Sin embargo, en septiembre de 2025 la extensión helada llegó apenas a 18 millones de kilómetros cuadrados, uno de los registros más bajos desde que existen mediciones satelitales.

Una tendencia que se repite

El dato ubica a 2025 como el tercer invierno con menor cobertura de hielo marino en los últimos 47 años. Los dos años anteriores, 2023 y 2024, también habían ocupado posiciones mínimas en el registro histórico, lo que configura una secuencia inédita de tres inviernos consecutivos con valores alarmantes.

La tendencia no se limita al invierno. En el verano austral de 2025, la Antártida igualó la segunda extensión mínima más baja jamás registrada. Además, las cinco menores coberturas estivales se concentraron en un período muy corto, entre 2017 y 2025, lo que muestra que lo que antes eran anomalías esporádicas ahora se ha convertido en un patrón dominante.

Antártida: el hielo marino marca un nuevo retroceso histórico y enciende alarmas globales
Antártida: el hielo marino marca un nuevo retroceso histórico y enciende alarmas globales

Los efectos del calentamiento oceánico

El cambio más notorio es que el calentamiento global del océano se está propagando hacia aguas cercanas a la Antártida. Esto marca un quiebre respecto de décadas anteriores, cuando la variabilidad era menor y el hielo marino incluso mostraba aumentos leves en algunos períodos.

El océano absorbe alrededor del 90% del calor generado por las actividades humanas, y esta energía extra está acelerando la pérdida de hielo. Aunque la desaparición del hielo marino no eleva directamente el nivel del mar, sí actúa como un desencadenante de otros procesos que multiplican los riesgos.

Un ciclo de retroalimentación peligrosa

El hielo marino cumple un rol clave como escudo climático. Sus superficies blancas reflejan la radiación solar, pero al desaparecer son reemplazadas por agua oscura que absorbe calor y acelera aún más el derretimiento.

Además, el hielo funciona como barrera natural que evita que la gigantesca capa de hielo continental se deslice hacia el mar. De perderse esa protección, el aporte de agua dulce a los océanos provocaría incrementos catastróficos del nivel del mar a escala global.

El hielo marino también protege a las costas antárticas de la acción de las olas y atenúa el efecto de los vientos, regulando la dinámica oceánica en la región.

Posibles efectos compensatorios

La reducción de la superficie helada puede, paradójicamente, generar un fenómeno adicional: al estar más expuesto el océano, el aire húmedo podría desplazarse hacia el interior del continente, aumentando las precipitaciones en forma de nieve. Este proceso podría compensar en parte la pérdida de masa de la capa de hielo continental, aunque se desconoce hasta qué punto sería suficiente para contrarrestar los impactos del calentamiento global.

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Antártida: el hielo marino marca un nuevo retroceso histórico y enciende alarmas globales

Un problema de escala planetaria

La magnitud del desafío es inmensa. La capa de hielo antártica contiene suficiente agua congelada como para elevar el nivel del mar en todo el planeta y afectar a ciudades costeras en todos los continentes. Aunque semejante escenario se desarrollaría en el transcurso de siglos, el proceso ya está en marcha.

Los registros de los últimos tres años confirman que el continente blanco está respondiendo de manera cada vez más visible al calentamiento global. La concentración de récords mínimos en un período tan breve señala que la Antártida ha cruzado un umbral crítico, lo que plantea consecuencias profundas para el equilibrio climático y oceánico del planeta.

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