Una sabana en peligro: el Cerrado
En el corazón de Brasil, lejos de los flashes que iluminan la Amazonía, se extiende el Cerrado, un ecosistema tan vasto como vital. Con sus más de dos millones de kilómetros cuadrados, es la sabana tropical con mayor biodiversidad del planeta, albergando más de 12.000 especies vegetales, 199 mamíferos, 837 aves y miles de insectos, reptiles y anfibios. Pero su riqueza está siendo arrasada.
El principal enemigo de esta ecorregión no es invisible. Es metálico, ruidoso y se arrastra. Se llama correntão, y su avance despierta alarma entre científicos, ambientalistas y comunidades indígenas.

Qué es el correntão: una técnica tan brutal como efectiva
El correntão es una técnica de desmonte utilizada para la expansión agrícola y ganadera en regiones de vegetación densa. Consiste en una cadena de acero de hasta 50 metros, atada a dos tractores de gran porte. Al desplazarse, la cadena arranca árboles desde las raíces, aplasta matorrales, destruye nidos, cuevas y todo lo que haya en su paso.
Su efectividad para “limpiar” la tierra en poco tiempo es incuestionable: puede devastar más de 70 hectáreas en un solo día, el equivalente a unos 10 campos de fútbol.
Pero este “éxito” tiene un costo ecológico incalculable.
Detrás de la legalidad, una deforestación sin control
La práctica del correntão es legal en Brasil. El Código Forestal permite su uso siempre que las propiedades privadas conserven el 35% de vegetación nativa si se ubican en el Cerrado (y hasta 80% en la Amazonía Legal). El problema es que no existen restricciones sobre los métodos empleados para deforestar el resto del terreno.
Esto ha creado un vacío legal que favorece el uso del correntão. De hecho, en 2016, cuando una normativa intentó prohibir esta técnica en Mato Grosso, la presión del agronegocio logró su derogación. El argumento: el correntão es necesario para avanzar con la frontera agrícola y cualquier regulación específica requeriría una ley federal.
Impactos irreversibles sobre la biodiversidad
Según la bióloga Isabel Figueiredo, del Instituto Sociedade, População e Natureza (ISPN), “el correntão no solo destruye árboles, sino ecosistemas enteros. No deja zonas de amortiguación, no da tiempo de huida a los animales. Es una técnica de guerra aplicada a la agricultura”.
Diversos informes de WWF-Brasil y Rede Cerrado confirman que más del 50% del Cerrado ha sido destruido en las últimas décadas. Y el uso del correntão está vinculado a muchas de las áreas más severamente afectadas.
Entre las especies amenazadas se encuentran:
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El lobo guará, uno de los mamíferos más emblemáticos del bioma.
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El tatú canastra, en peligro de extinción.
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El guacamayo jacinto, afectado por la pérdida de árboles clave para su anidación.
Además, se alteran profundamente las relaciones ecológicas entre especies, se eliminan corredores biológicos y se reduce la capacidad de resiliencia del ecosistema.

El suelo también sufre
Una vez arrasada la vegetación, la tierra se prepara para el cultivo intensivo de soja o la cría de ganado. Para hacerlo, se aplican entre 5 y 10 toneladas de yeso agrícola y cal por hectárea al año. Este proceso busca neutralizar la acidez natural del suelo del Cerrado.
Sin embargo, el uso excesivo de insumos químicos compacta el suelo, reduce su capacidad de absorción de agua y aumenta la escorrentía. ¿Resultado? Mayor erosión, pérdida de nutrientes y contaminación de ríos y napas.
Ocho de las doce cuencas hidrográficas más importantes de Brasil se originan en el Cerrado. Si se siguen degradando, millones de personas pueden verse afectadas por la reducción del caudal y la calidad del agua.
El avance de la frontera agrícola: una presión global
El correntão no es un fenómeno aislado: responde a una demanda global de commodities agrícolas, especialmente soja y carne. China, Europa y otros mercados importan toneladas de productos brasileños que han sido cultivados en tierras desmontadas por cadenas de acero.
Esta presión externa, sumada a la falta de regulación interna, empuja a los productores rurales a eliminar cada vez más hectáreas de vegetación nativa.
Paradójicamente, mientras la Amazonía concentra la atención mediática internacional, el Cerrado sufre en silencio una deforestación más acelerada y menos documentada.
Comunidades tradicionales, las más afectadas
El avance del correntão no solo es un problema ecológico. Es también una amenaza para comunidades tradicionales, indígenas y quilombolas que viven en estas tierras desde hace siglos.
Muchos de ellos carecen de títulos formales de propiedad y quedan expuestos al avance de las máquinas sin defensa legal. La pérdida de árboles medicinales, alimentos silvestres y agua limpia tiene consecuencias directas sobre su salud y cultura.
Organizaciones como la Articulação dos Povos Indígenas do Brasil (APIB) han denunciado la complicidad del Estado en permitir estas prácticas sin consultar a las comunidades afectadas.
¿Por qué no se prohíbe?
Las razones de la persistencia del correntão son múltiples:
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Costo: es más barato que otras técnicas de desmonte.
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Rapidez: permite liberar grandes áreas en pocos días.
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Intereses económicos: está respaldado por grandes grupos agroindustriales.
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Vacíos legales: la ley no regula los métodos, solo la proporción de vegetación a conservar.
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Lobby agropecuario: ejerce presión sobre legisladores para evitar regulaciones más estrictas.
En este contexto, ambientalistas reclaman una reforma urgente del Código Forestal, que contemple criterios técnicos para la autorización de deforestación y prohíba métodos destructivos como el correntão.
¿Qué alternativas existen?
La producción sostenible en el Cerrado no solo es posible, sino necesaria. Algunos productores ya trabajan con sistemas agroforestales, rotación de cultivos, siembra directa y pastoreo racional, que conservan el suelo y aumentan la productividad sin destruir la biodiversidad.
Además, existen incentivos internacionales como los mercados de carbono o las certificaciones verdes que podrían premiar a quienes producen sin desmontar.
El desafío es construir políticas públicas que impulsen estos modelos en lugar de premiar el desmonte masivo.

Cabe destacar que el correntão es el síntoma de un modelo de desarrollo que prioriza la rentabilidad a corto plazo por sobre la vida a largo plazo. Su avance descontrolado pone en jaque no solo a uno de los ecosistemas más importantes de América del Sur, sino también a las comunidades que lo habitan y al equilibrio climático global.
Brasil enfrenta hoy una decisión crucial: seguir permitiendo la devastación legal de sus tierras o reconocer que la riqueza del Cerrado es un patrimonio ambiental que merece ser protegido.
Los próximos años serán determinantes. Y lo que se decida no afectará solo a Brasil. El destino del Cerrado, y el de todas sus especies, está íntimamente conectado con el de todo el planeta.
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