miércoles, julio 30, 2025
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Del desecho al recurso: Chile convierte neumáticos usados en combustible con tecnología de pirólisis

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En medio de un paisaje marcado por el crecimiento urbano, las huellas de la industrialización y el pasivo ambiental que arrastran décadas de consumo descontrolado, una revolución silenciosa comienza a tomar forma en Chile. Miles de neumáticos en desuso, que antes se acumulaban en vertederos clandestinos o terminaban en barricadas durante protestas, hoy encuentran un destino diferente: son transformados en combustibles, acero reutilizable y materias primas valiosas gracias a la pirólisis, una tecnología avanzada y amigable con el ambiente que promete cambiar las reglas del reciclaje.

Este proceso no solo representa un avance tecnológico, sino también un símbolo del compromiso de un país con la economía circular, en el marco de la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP), que desde 2022 exige que fabricantes e importadores se hagan cargo del ciclo completo de vida de productos como los neumáticos.

Detrás de esta historia, hay rostros y nombres concretos: Jañia Yestrup, Fabián y Mauricio Gómez. Ellos, junto a un equipo comprometido con la innovación sustentable, lideran una planta que ha logrado procesar 500 toneladas de neumáticos usados en los últimos meses. Su impacto, sin embargo, va mucho más allá de lo cuantitativo: están modelando un nuevo paradigma ambiental para toda Latinoamérica.

convierte neumáticos usados en combustible y materias primas con tecnología de pirólisis
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La alquimia del reciclaje: cómo funciona la pirólisis

El corazón de esta transformación está en un reactor térmico cerrado, una suerte de “olla a presión” industrial, donde los neumáticos son sometidos a temperaturas extremas —entre 350 y 500°C— en un ambiente sin oxígeno. Es crucial este detalle: sin oxígeno, no hay combustión. En lugar de quemarse, los neumáticos se descomponen en sus componentes básicos.

“No es una quema, es una transformación térmica”, enfatiza Fabián, operador de la planta. Durante 21 horas, cada carga de neumáticos es procesada en este sistema cerrado que impide emisiones contaminantes.

El resultado es triple: por un lado, acero de alta resistencia que se recupera del interior del neumático y puede fundirse nuevamente para uso industrial; por otro, carbón negro (black carbon), una sustancia densa y energética que se utiliza como combustible alternativo o incluso como aditivo en procesos industriales; y finalmente, piroil, un combustible líquido con características similares al diésel, que alimenta la propia planta. “Solo usamos petróleo al inicio del proceso, para el encendido. Después, funcionamos con el piroil que generamos”, aclara Jañia Yestrup, ingeniera encargada del desarrollo técnico.

La Ley REP y un nuevo modelo de responsabilidad empresarial

La existencia misma de esta planta no sería posible sin un cambio estructural en el marco legal chileno. La Ley REP, promulgada en 2016 pero con plena aplicación desde 2022, obliga a productores e importadores a asumir la gestión de los residuos derivados de los productos que comercializan. En el caso de los neumáticos, la meta es ambiciosa: reciclar el 90% para el año 2030.

Para Mauricio Gómez, quien tiene una vasta experiencia en el sector minero, esta ley marca un antes y un después. “Antes, las empresas se desentendían tras vender el producto. Hoy deben responsabilizarse por el volumen que introducen al país”, explica. Esta normativa transforma la visión empresarial: ya no se trata solo de vender, sino de pensar en el impacto ambiental de lo que se pone en circulación.

Además de la presión normativa, la ley actúa como catalizador de una nueva conciencia ecológica. Los neumáticos, que pueden tardar hasta 400 años en degradarse, ya no son vistos como un problema a esconder, sino como una oportunidad de reinvención. “Estamos construyendo una nueva relación con nuestros desechos”, resume Gómez.

Del pellet tóxico a la solución definitiva

Antes de la implementación de la pirólisis, el método predominante de reciclaje consistía en triturar los neumáticos para formar pellets que luego se usaban en pisos de canchas sintéticas o recubrimientos para áreas deportivas. Sin embargo, estudios científicos recientes —especialmente en Europa— revelaron los riesgos asociados a esta práctica. “Liberan gases tóxicos y partículas que se filtran hasta los acuíferos y terminan en los mares”, advierte Gómez.

En cambio, el proceso de pirólisis representa una solución definitiva. “El neumático desaparece como tal, se transforma completamente en productos útiles. No deja residuos peligrosos”, señala Yestrup. Esta característica convierte al proceso en una alternativa sostenible y segura, alineada con las mejores prácticas ambientales globales.

Chile convierte neumáticos usados en combustible y materias primas con tecnología de pirólisis
Chile convierte neumáticos usados en combustible y materias primas con tecnología de pirólisis

El impacto en la industria: minería, energía y agricultura

Uno de los aspectos más prometedores de este modelo es su aplicabilidad en múltiples sectores. El acero recuperado vuelve a insertarse en circuitos industriales; el carbón negro tiene potencial como sustituto del carbón mineral importado desde distancias tan lejanas como Australia, lo que permitiría una significativa reducción de la huella de carbono; y el piroil tiene usos como combustible para maquinaria pesada o generadores.

Pero hay más. La planta ha comenzado a experimentar con el uso del calor residual generado por el reactor para aplicaciones alternativas: deshidratación de frutas, calefacción de hospitales e incluso sistemas de calefacción distrital. “El calor que generamos puede ser aprovechado de múltiples formas. Estamos explorando alianzas con municipios y cooperativas agrícolas”, comenta Fabián.

Otro proyecto innovador en curso es la compactación del carbón negro con almidón de papa —abundante en la zona sur de Chile— para formar briquetas de combustión controlada, denominadas informalmente “empanaditas”. Estas evitan la dispersión de polvo y facilitan el almacenamiento y transporte. “Estamos transformando un residuo en un producto limpio, seguro y versátil”, detalla Gómez.

Desafíos actuales y proyecciones a futuro

A pesar de los avances, el camino no está exento de obstáculos. Uno de los principales desafíos es la escalabilidad del modelo. Aunque la planta actual procesa 500 toneladas de neumáticos, la demanda nacional de reciclaje supera las 100.000 toneladas anuales. Para cumplir con los objetivos de la Ley REP, serán necesarias al menos una decena de plantas similares distribuidas estratégicamente en distintas regiones del país.

También se requiere una fuerte inversión inicial. El reactor, los sistemas de control térmico, las plantas de separación y los laboratorios de análisis representan una inversión millonaria. “No es barato empezar, pero el costo de no hacerlo —en términos ambientales y sociales— es muchísimo mayor”, sostiene Yestrup.

La planta opera bajo un modelo de negocio mixto, que combina financiamiento privado, apoyo estatal e incentivos derivados del cumplimiento de las obligaciones legales de las empresas. Este esquema ha demostrado ser eficiente, pero necesita fortalecerse con líneas de crédito verdes, acceso a subsidios para tecnologías limpias y políticas de estímulo a la innovación.

En cuanto al futuro, los fundadores del proyecto sueñan con extender esta tecnología a otros residuos complejos: baterías, aparatos electrónicos, residuos hospitalarios. “La idea es replicar el modelo. Donde hay residuos difíciles, hay una oportunidad de crear valor”, afirma Gómez con entusiasmo.

Chile: Educación, comunidad y legado ambiental

Más allá del impacto técnico, el proyecto tiene una dimensión educativa y social profundamente transformadora. La planta organiza visitas guiadas para escuelas, universidades y autoridades locales. “Queremos que la gente vea con sus propios ojos que el reciclaje avanzado es posible”, comenta Jañia Yestrup.

Mauricio Gómez va más allá: “Para mí, esto es un legado. Mis nietos no van a crecer viendo cerros de neumáticos en los márgenes de la ciudad. Vamos a dejarles un país más limpio, más consciente”. Su emoción al hablar del futuro revela que, más que un emprendimiento económico, este proyecto es una apuesta por el bienestar colectivo.

En alianza con municipios, la planta también colabora en operativos de limpieza de basurales ilegales, recolectando neumáticos abandonados y promoviendo campañas de educación ambiental. La meta es clara: construir una cultura del reciclaje desde el territorio, con participación activa de los ciudadanos.

Una visión regional: ¿puede América Latina replicar este modelo?

El caso chileno comienza a llamar la atención en otros países de la región. Delegaciones de Argentina, Perú y Colombia ya han visitado la planta para conocer de cerca su funcionamiento. La combinación de un marco legal claro, tecnología de punta y compromiso comunitario es vista como una fórmula replicable.

“El desafío es político y cultural”, opina Yestrup. “Hay que decidir que queremos hacernos cargo de nuestros residuos de manera responsable, y luego invertir en soluciones reales”. En ese sentido, la experiencia chilena puede ser una guía para América Latina en su conjunto.

Chile convierte neumáticos usados en combustible y materias primas con tecnología de pirólisis
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Cuando el desecho es solo el comienzo

En un mundo donde el impacto ambiental del consumo desenfrenado se vuelve cada vez más evidente, la planta de pirólisis chilena ofrece una lección poderosa: los residuos no marcan el final del ciclo productivo, sino el inicio de otro completamente nuevo.

A través de la combinación de innovación tecnológica, legislación progresista y compromiso ciudadano, Chile ha logrado convertir un problema histórico —el destino de los neumáticos en desuso— en una oportunidad para liderar el cambio.

Cada neumático procesado representa una victoria ambiental, pero también un paso más hacia una economía circular robusta, donde los materiales se reutilizan, la contaminación se reduce y las comunidades se empoderan. En esa rueda que gira y se renueva, late la esperanza de un futuro más limpio, más justo y verdaderamente sustentable.

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