Casi 40 años después del desastre nuclear de Chernóbil en 1986, la ciencia vuelve a poner el foco sobre una de las zonas más estigmatizadas del planeta. Un equipo conjunto de investigadores de la Universidad de Portsmouth en el Reino Unido y del Instituto Ucraniano de Radiología Agrícola ha desarrollado un innovador método para reevaluar la seguridad de tierras agrícolas contaminadas con radiación, con el objetivo de permitir su uso controlado y seguro en el futuro cercano.
El estudio, publicado en la revista científica Journal of Environmental Radioactivity, no solo desafía la narrativa de abandono absoluto de estas tierras, sino que también ofrece una perspectiva esperanzadora sobre la recuperación de hasta 20.000 hectáreas de tierra agrícola en el norte de Ucrania. Esta posibilidad tiene implicancias clave en términos de seguridad alimentaria, desarrollo económico rural y rehabilitación ambiental.
Un pasado marcado por la catástrofe nuclear
El accidente en la central nuclear de Chernóbil, ocurrido el 26 de abril de 1986, liberó una enorme cantidad de material radiactivo al ambiente, afectando gravemente grandes extensiones del norte de Ucrania, el sur de Bielorrusia y partes de Rusia. Como respuesta inmediata, el gobierno soviético creó una Zona de Exclusión de 30 kilómetros alrededor del reactor dañado, evacuando a más de 100.000 personas.
Con el paso del tiempo, esta zona fue redefinida en dos áreas clave:
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La Zona de Exclusión de Chernóbil, que abarca aproximadamente 4.200 kilómetros cuadrados, hoy en día es un territorio deshabitado y transformado en una especie de reserva natural, donde la vida silvestre ha prosperado inesperadamente a pesar de los niveles de radiación residuales.
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La Zona de Reasentamiento Obligatorio, de unos 2.000 kilómetros cuadrados, donde aún viven miles de personas. En esta zona, aunque se permite la residencia, la agricultura está prohibida oficialmente desde hace décadas, a causa del temor persistente a la contaminación radiactiva.
Sin embargo, a pesar de las restricciones gubernamentales, la agricultura nunca desapareció completamente de estas regiones. Muchos pequeños productores rurales continuaron cultivando tierras de forma no oficial, especialmente en áreas donde los niveles de radiación parecían bajos o tolerables. Pero hasta ahora, no existía un método validado científicamente que permitiera establecer criterios confiables para reactivar la producción agrícola de forma legal y segura.

Ciencia para rehabilitar tierras: un nuevo enfoque metodológico
La clave del nuevo estudio radica en el desarrollo de un protocolo de evaluación científica para determinar qué tierras pueden cultivarse de forma segura sin comprometer la salud de quienes las trabajan ni la de los consumidores.
El equipo de investigación trabajó sobre una muestra representativa de 100 hectáreas en la región de Zhytomyr, ubicada al oeste de la Zona de Exclusión, en un área donde aún persiste una baja percepción de seguridad respecto al uso agrícola del suelo.
Para evaluar la viabilidad del cultivo, los científicos realizaron:
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Análisis de muestras de suelo, buscando la presencia de radionúclidos como el cesio-137 y el estroncio-90, los principales contaminantes residuales del accidente de Chernóbil.
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Mediciones de radiación gamma en campo abierto, para calcular la dosis que recibiría un trabajador agrícola durante una jornada laboral típica.
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Simulaciones de cultivos agrícolas, centradas en especies como papa, cereales, maíz y girasol, que son de alto consumo en la dieta ucraniana.
Los resultados del estudio fueron concluyentes y alentadores: en la mayoría de las áreas analizadas, las dosis de radiación efectivas eran considerablemente inferiores a los límites recomendados por organismos internacionales como la Comisión Internacional de Protección Radiológica (ICRP). Además, los cultivos estudiados mostraron una acumulación de radionúclidos muy por debajo de los niveles considerados peligrosos para la salud humana.
Un avance con impacto en la seguridad alimentaria
Uno de los aspectos más significativos del estudio es su potencial contribución a la seguridad alimentaria nacional de Ucrania, especialmente en un contexto donde el país enfrenta desafíos tanto por la guerra como por el cambio climático y la volatilidad del mercado internacional.
Según el profesor Jim Smith, investigador principal del proyecto por parte de la Universidad de Portsmouth, esta investigación ofrece una base científica sólida para reincorporar de manera responsable amplias zonas de cultivo. En sus palabras:
“Este estudio proporciona evidencia científica concreta que demuestra que es posible volver a cultivar de manera segura sin poner en riesgo a los consumidores ni a los trabajadores agrícolas. Es un paso esencial hacia la recuperación económica y social de estas regiones.”
La posibilidad de sumar hasta 20.000 hectáreas al sistema productivo del país no solo significaría un incremento tangible en la capacidad de producción alimentaria, sino que además impulsaría el empleo rural, mejoraría la calidad de vida de miles de personas y permitiría una reconfiguración territorial más justa y sostenible.
Un modelo aplicable a otras zonas afectadas por radiación
Aunque el foco inicial del estudio fue Ucrania, los investigadores también esperan que su metodología pueda servir como modelo de recuperación para otras regiones del mundo afectadas por la contaminación radiactiva.
Ejemplos como Fukushima en Japón, o regiones de Kazajistán y Bielorrusia, podrían beneficiarse de esta clase de evaluaciones sistemáticas para determinar qué tierras, con un adecuado monitoreo y gestión, podrían volver a ser productivas.
Este tipo de enfoques se aleja de las políticas de exclusión total, que muchas veces condenan territorios enteros al abandono indefinido, y promueven una lógica más matizada basada en la evidencia, el monitoreo constante y la participación activa de las comunidades locales.

Una visión a largo plazo basada en ciencia y sostenibilidad
Uno de los grandes aportes de este estudio es su llamado a revisar nuestras percepciones sobre los desastres nucleares a largo plazo. Si bien el impacto inmediato de accidentes como Chernóbil es devastador y trágico, también es cierto que, con el paso del tiempo y el avance de la ciencia, pueden abrirse ventanas para la recuperación, la resiliencia y la reconstrucción.
La investigación subraya que el miedo, aunque justificado en los primeros años tras el accidente, no debe guiar indefinidamente las decisiones políticas y económicas. En cambio, es crucial contar con datos, investigaciones sistemáticas y metodologías claras que permitan diferenciar entre zonas verdaderamente peligrosas y otras donde la naturaleza, poco a poco, ha recuperado su equilibrio.
Además, el estudio propone incorporar tecnologías de vigilancia remota, sensores de radiación en tiempo real y protocolos de formación para trabajadores agrícolas como parte del proceso de reincorporación de tierras. De este modo, la actividad productiva no sólo se retoma con seguridad, sino también con una mejora en los estándares de calidad agrícola y salud pública.
Desafíos por delante: infraestructura, legislación y aceptación social
A pesar del optimismo que genera este estudio, los investigadores también advierten sobre los desafíos que aún persisten. Uno de los principales obstáculos será la necesidad de actualizar los marcos regulatorios que impiden la inversión o el desarrollo agrícola en zonas consideradas oficialmente peligrosas, aunque los niveles reales de riesgo hayan disminuido con el tiempo.
También será necesario reconstruir infraestructura rural, como caminos, sistemas de irrigación, instalaciones de almacenamiento y transporte, muchos de los cuales se han deteriorado o desaparecido durante décadas de abandono.
Por último, y no menos importante, será fundamental restablecer la confianza de la población en la seguridad de los productos provenientes de estas zonas. El estigma asociado a Chernóbil es profundo, y convencer a los consumidores nacionales e internacionales de que estos alimentos son seguros requerirá campañas de comunicación, transparencia y certificación continua.
Una nueva esperanza para las tierras de Chernóbil
En un momento histórico donde la agricultura sostenible, la seguridad alimentaria y la recuperación postcrisis son prioridades a nivel global, el estudio liderado por la Universidad de Portsmouth y el Instituto Ucraniano de Radiología Agrícola representa un hito esperanzador en la historia post-Chernóbil.
Más allá de rehabilitar tierras, el proyecto redefine cómo entendemos la relación entre catástrofes tecnológicas, medio ambiente y recuperación humana. Lo que ayer fue un símbolo de tragedia, hoy comienza a transformarse en una posibilidad tangible de resiliencia y renacimiento.
El desafío está ahora en manos de los gobiernos, las organizaciones internacionales, las comunidades locales y la sociedad en su conjunto: construir un futuro donde incluso las heridas más profundas de la historia encuentren su camino hacia la sanación.
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