Fundación Vida Silvestre Argentina celebró el pasado viernes 31 de octubre los 20 años de la creación de la Reserva de Vida Silvestre San Pablo de Valdés, un espacio emblemático para la conservación de la biodiversidad patagónica, ubicado en la Península Valdés, área reconocida como Patrimonio Natural de la Humanidad.
El evento se realizó en el auditorio Ecocentro Puerto Madryn y reunió a autoridades, investigadores, organizaciones de la sociedad civil, miembros de la comunidad local y del equipo de Vida Silvestre. La jornada conmemoró dos décadas de trabajo sostenido en la recuperación y protección de la estepa y la costa patagónica, destacando los logros alcanzados y los desafíos que aún se presentan para la conservación en la región.
Durante la celebración, un panel integrado por Alejandro Arias (Especialista en Paisajes Costero-Marinos de Fundación Vida Silvestre Argentina), Andrea Merino (Investigadora IPEEC-CENPAT), Luis Bala (Academia Nacional de Ciencias) y Nadia Bravo (Subsecretaría de Conservación y Áreas Protegidas de Chubut) abordó el proceso de transformación y recuperación de los ecosistemas patagónicos, así como las perspectivas de conservación a largo plazo.
“Estos 20 años reflejan un compromiso sostenido con la conservación. La Reserva de Vida Silvestre San Pablo de Valdés nació con la idea de transformar un ambiente productivo en un refugio para la vida silvestre. La Península Valdés siempre fue un área prioritaria para nosotros y es un ejemplo de cómo el esfuerzo continuo puede devolverle su espacio a la naturaleza”, expresó Diego Albareda, Coordinador de Paisajes Costero – Marinos de Fundación Vida Silvestre Argentina.
Creada en 2005, la Reserva de Vida Silvestre San Pablo de Valdés abarca 7.360 hectáreas que anteriormente fueron un campo productivo y que hoy albergan una variada biodiversidad. La zona es hogar de especies emblemáticas como guanacos, choiques, maras y numerosas aves marinas y costeras, además de conservar comunidades vegetales propias de la región.
A lo largo de estas dos décadas, la Reserva San Pablo de Valdes ha impulsado acciones de restauración ambiental, monitoreo científico y formación de guardaparques, en colaboración con la autoridad de aplicación local. Este trabajo la consolidó como un modelo de conservación complementario al sistema público de áreas protegidas, combinando la protección del patrimonio natural con la investigación científica.
“Mirar hacia atrás y ver todo lo logrado en San Pablo de Valdés nos llena de orgullo, pero también nos impulsa a seguir trabajando por los próximos 20 años. Este aniversario no solo celebra la historia de un lugar, sino también la fuerza de una visión compartida”, reflexionó Alejandro Arias, Especialista en Paisajes Costero-Marinos de Fundación Vida Silvestre Argentina.

Sobre la Reserva de Vida Silvestre San Pablo de Valdés
El principal objetivo de la Reserva es conservar muestras representativas de los ecosistemas terrestres y costeros de la Patagonia, contribuyendo a la continuidad de los procesos ecológicos y a la protección del patrimonio natural, paisajístico, paleontológico y cultural de la Península Valdés. La recuperación de San Pablo de Valdés, luego de décadas de actividad ganadera, le otorga un valor único para la investigación científica, con monitoreos permanentes de vegetación, guanacos y mamíferos carnívoros durante los últimos veinte años.
Además, la Reserva alberga yacimientos arqueológicos y paleontológicos de relevancia, concentrados en su zona costera, junto a una valiosa muestra de vegetación esteparia y costera, y fauna terrestre y marina. En el mar circundante —área reproductiva de la ballena franca austral (Eubalaena australis), Monumento Natural Nacional— existen también colonias de lobos marinos de un pelo (Otaria flavescens) y diversas especies de delfines.
Por su ubicación estratégica, la Reserva conjuga una gran heterogeneidad ambiental, convirtiéndose en un espacio único para la conservación y la investigación de la naturaleza patagónica. La labor realizada en estos 20 años demuestra cómo la colaboración entre organizaciones civiles, autoridades locales y comunidades puede generar un modelo efectivo de protección ambiental y recuperación de ecosistemas.
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