Durante más de una década, las baterías de iones de litio han dominado el escenario de la movilidad eléctrica. Su densidad energética, escalabilidad y relativa madurez tecnológica las convirtieron en la opción predilecta para autos eléctricos, dispositivos móviles y almacenamiento de energía renovable. Sin embargo, como toda tecnología en evolución, han comenzado a mostrar límites insalvables para ciertas aplicaciones clave. Sectores como la aviación, el transporte marítimo y ferroviario, donde el peso y la densidad energética son factores críticos, enfrentan serias restricciones con las baterías actuales.
Frente a este panorama, un equipo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha dado un paso audaz hacia un nuevo paradigma energético. Su propuesta: una innovadora celda de combustible basada en sodio metálico líquido y aire atmosférico. Esta tecnología, que ya ha demostrado triplicar la densidad energética de las baterías convencionales, promete convertirse en un verdadero catalizador de cambio para industrias que aún dependen del petróleo debido a la falta de alternativas eléctricas viables.
Más allá del litio: El surgimiento de una necesidad crítica
El litio ha sido la estrella indiscutida del almacenamiento energético durante los últimos 20 años. Su capacidad para almacenar grandes cantidades de energía en paquetes compactos ha hecho posible la revolución de la electromovilidad. Pero conforme se extienden las exigencias de la descarbonización a nuevos sectores, su talón de Aquiles se vuelve más evidente.
En aviación, por ejemplo, incluso los aviones eléctricos más livianos requieren baterías con capacidades que el litio no puede entregar sin comprometer peso, seguridad o autonomía. El transporte ferroviario de carga, que exige alta potencia por largos períodos, enfrenta obstáculos similares. El transporte marítimo, por su parte, necesita soluciones energéticas sostenibles, densas y seguras que puedan operar por semanas sin recarga constante.
En este contexto, la comunidad científica ha redoblado su búsqueda por alternativas con mayor densidad energética, menores costos, mayor seguridad operativa y una menor huella ambiental. Las celdas de sodio-aire del MIT emergen como una de las propuestas más sólidas y revolucionarias hasta la fecha.
Cómo funciona la celda de sodio-aire: Un nuevo modelo electroquímico
El principio de funcionamiento de la celda desarrollada por el MIT difiere radicalmente de las baterías tradicionales. Mientras que estas almacenan la energía dentro de una celda electroquímica cerrada y requieren recarga eléctrica periódica, la celda de sodio-aire funciona más como una celda de combustible: el “combustible” (en este caso, sodio metálico fundido) se introduce desde el exterior y genera electricidad al reaccionar con el oxígeno del aire.
El sistema consta de tres componentes clave:
-
Sodio metálico líquido como combustible, que fluye a través del sistema.
-
Aire ambiental como fuente de oxígeno, lo que elimina la necesidad de transportar oxidante a bordo.
-
Una membrana cerámica sólida, que actúa como electrolito y separador. Esta permite el paso de iones de sodio pero bloquea los gases y mantiene aislados los reactivos más peligrosos.
La reacción electroquímica genera electricidad y produce hidróxido de sodio como subproducto. Este subproducto, en contacto con el dióxido de carbono del aire, puede formar bicarbonato de sodio, aportando beneficios ambientales adicionales.
Eficiencia sin precedentes: Triplicando la densidad energética
Uno de los resultados más impactantes del prototipo de celda desarrollado en el MIT es su densidad energética. En las pruebas de laboratorio, se alcanzó una capacidad superior a los 1.500 Wh/kg (vatios-hora por kilogramo) a nivel de celda activa. A nivel de sistema completo, es decir, incluyendo el recipiente, la carcasa y otros componentes, la densidad alcanza los 1.000 Wh/kg.
Para ponerlo en contexto, las baterías de iones de litio utilizadas actualmente en vehículos eléctricos promedian los 250 a 300 Wh/kg. Esto significa que, con el mismo peso, una celda de sodio-aire podría almacenar más de tres veces la energía.
El profesor Yet-Ming Chiang, uno de los líderes del proyecto, fue claro sobre el impacto que esta tecnología podría tener: “Superar los 1.000 Wh/kg no es simplemente una mejora incremental, es un punto de inflexión. Hace viable lo que antes era impensable, como la aviación eléctrica regional, que representa el 80% de los vuelos domésticos y el 30% de las emisiones del sector aeronáutico.”
Seguridad operativa y ventajas medioambientales
Más allá de su rendimiento, las celdas de sodio-aire presentan ventajas significativas en términos de seguridad. En las baterías de litio convencionales, los electrolitos líquidos pueden ser altamente inflamables, y la proximidad entre cátodo, ánodo y electrolito genera riesgos potenciales de cortocircuitos térmicos y explosiones. En contraste, la celda de sodio-aire mantiene una separación física rigurosa entre los componentes más reactivos. Esto reduce drásticamente la posibilidad de fallos catastróficos.
Además, el hidróxido de sodio que se forma como residuo puede tener una segunda vida: al entrar en contacto con el dióxido de carbono del aire, se convierte en bicarbonato de sodio, lo que implica una captura pasiva de CO₂ atmosférico. Esta propiedad le otorga una ventaja ambiental única, especialmente para aplicaciones a gran escala que buscan reducir el impacto climático.
También hay beneficios relacionados con la sustentabilidad de materiales. El sodio, extraído del cloruro de sodio (sal común), es barato, abundante y no conflictivo. A diferencia del litio y el cobalto, cuya extracción se asocia con impactos sociales y ecológicos negativos, el sodio puede obtenerse de manera sencilla y con menor huella ambiental. En Estados Unidos, por ejemplo, se han producido históricamente más de 200.000 toneladas anuales de sodio metálico, demostrando su viabilidad industrial.
Reutilización, recarga y escalabilidad: Un sistema circular
Una de las características más interesantes del diseño del MIT es su modelo de cartuchos recargables. Al tratarse de una celda de combustible y no de una batería en sentido estricto, el sodio metálico consumido se puede reponer fácilmente mediante el reemplazo de cartuchos.
El sodio se funde a unos 98°C, una temperatura relativamente baja para estándares industriales, lo que facilita su manejo en entornos controlados. Este modelo de cartuchos modulares ofrece una alternativa viable para sistemas de transporte de media y larga distancia, donde los tiempos de recarga de baterías tradicionales representan un cuello de botella. En lugar de esperar horas a que una batería se cargue, los vehículos podrían reemplazar rápidamente un cartucho agotado por uno lleno, al estilo del repostaje de combustibles líquidos.
Frente a este panorama, un equipo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha dado un paso audaz hacia un nuevo paradigma energético. Su propuesta: una innovadora celda de combustible basada en sodio metálico líquido y aire atmosférico. Esta tecnología, que ya ha demostrado triplicar la densidad energética de las baterías convencionales, promete convertirse en un verdadero catalizador de cambio para industrias que aún dependen del petróleo debido a la falta de alternativas eléctricas viables.
Más allá del litio: El surgimiento de una necesidad crítica
El litio ha sido la estrella indiscutida del almacenamiento energético durante los últimos 20 años. Su capacidad para almacenar grandes cantidades de energía en paquetes compactos ha hecho posible la revolución de la electromovilidad. Pero conforme se extienden las exigencias de la descarbonización a nuevos sectores, su talón de Aquiles se vuelve más evidente.
En aviación, por ejemplo, incluso los aviones eléctricos más livianos requieren baterías con capacidades que el litio no puede entregar sin comprometer peso, seguridad o autonomía. El transporte ferroviario de carga, que exige alta potencia por largos períodos, enfrenta obstáculos similares. El transporte marítimo, por su parte, necesita soluciones energéticas sostenibles, densas y seguras que puedan operar por semanas sin recarga constante.
En este contexto, la comunidad científica ha redoblado su búsqueda por alternativas con mayor densidad energética, menores costos, mayor seguridad operativa y una menor huella ambiental. Las celdas de sodio-aire del MIT emergen como una de las propuestas más sólidas y revolucionarias hasta la fecha.
Cómo funciona la celda de sodio-aire: Un nuevo modelo electroquímico
El principio de funcionamiento de la celda desarrollada por el MIT difiere radicalmente de las baterías tradicionales. Mientras que estas almacenan la energía dentro de una celda electroquímica cerrada y requieren recarga eléctrica periódica, la celda de sodio-aire funciona más como una celda de combustible: el “combustible” (en este caso, sodio metálico fundido) se introduce desde el exterior y genera electricidad al reaccionar con el oxígeno del aire.
El sistema consta de tres componentes clave:
-
Sodio metálico líquido como combustible, que fluye a través del sistema.
-
Aire ambiental como fuente de oxígeno, lo que elimina la necesidad de transportar oxidante a bordo.
-
Una membrana cerámica sólida, que actúa como electrolito y separador. Esta permite el paso de iones de sodio pero bloquea los gases y mantiene aislados los reactivos más peligrosos.
La reacción electroquímica genera electricidad y produce hidróxido de sodio como subproducto. Este subproducto, en contacto con el dióxido de carbono del aire, puede formar bicarbonato de sodio, aportando beneficios ambientales adicionales.

Eficiencia sin precedentes: Triplicando la densidad energética
Uno de los resultados más impactantes del prototipo de celda desarrollado en el MIT es su densidad energética. En las pruebas de laboratorio, se alcanzó una capacidad superior a los 1.500 Wh/kg (vatios-hora por kilogramo) a nivel de celda activa. A nivel de sistema completo, es decir, incluyendo el recipiente, la carcasa y otros componentes, la densidad alcanza los 1.000 Wh/kg.
Para ponerlo en contexto, las baterías de iones de litio utilizadas actualmente en vehículos eléctricos promedian los 250 a 300 Wh/kg. Esto significa que, con el mismo peso, una celda de sodio-aire podría almacenar más de tres veces la energía.
El profesor Yet-Ming Chiang, uno de los líderes del proyecto, fue claro sobre el impacto que esta tecnología podría tener: “Superar los 1.000 Wh/kg no es simplemente una mejora incremental, es un punto de inflexión. Hace viable lo que antes era impensable, como la aviación eléctrica regional, que representa el 80% de los vuelos domésticos y el 30% de las emisiones del sector aeronáutico.”
Seguridad operativa y ventajas medioambientales
Más allá de su rendimiento, las celdas de sodio-aire presentan ventajas significativas en términos de seguridad. En las baterías de litio convencionales, los electrolitos líquidos pueden ser altamente inflamables, y la proximidad entre cátodo, ánodo y electrolito genera riesgos potenciales de cortocircuitos térmicos y explosiones. En contraste, la celda de sodio-aire mantiene una separación física rigurosa entre los componentes más reactivos. Esto reduce drásticamente la posibilidad de fallos catastróficos.
Además, el hidróxido de sodio que se forma como residuo puede tener una segunda vida: al entrar en contacto con el dióxido de carbono del aire, se convierte en bicarbonato de sodio, lo que implica una captura pasiva de CO₂ atmosférico. Esta propiedad le otorga una ventaja ambiental única, especialmente para aplicaciones a gran escala que buscan reducir el impacto climático.
También hay beneficios relacionados con la sustentabilidad de materiales. El sodio, extraído del cloruro de sodio (sal común), es barato, abundante y no conflictivo. A diferencia del litio y el cobalto, cuya extracción se asocia con impactos sociales y ecológicos negativos, el sodio puede obtenerse de manera sencilla y con menor huella ambiental. En Estados Unidos, por ejemplo, se han producido históricamente más de 200.000 toneladas anuales de sodio metálico, demostrando su viabilidad industrial.
Reutilización, recarga y escalabilidad: Un sistema circular
Una de las características más interesantes del diseño del MIT es su modelo de cartuchos recargables. Al tratarse de una celda de combustible y no de una batería en sentido estricto, el sodio metálico consumido se puede reponer fácilmente mediante el reemplazo de cartuchos.
El sodio se funde a unos 98°C, una temperatura relativamente baja para estándares industriales, lo que facilita su manejo en entornos controlados. Este modelo de cartuchos modulares ofrece una alternativa viable para sistemas de transporte de media y larga distancia, donde los tiempos de recarga de baterías tradicionales representan un cuello de botella. En lugar de esperar horas a que una batería se cargue, los vehículos podrían reemplazar rápidamente un cartucho agotado por uno lleno, al estilo del repostaje de combustibles líquidos.
Esto permitiría, por ejemplo, estaciones de carga para trenes o embarcaciones donde el intercambio de cartuchos ocurra en minutos, sin necesidad de complejas instalaciones eléctricas o sobrecarga de redes.
Prototipos en desarrollo y aplicación concreta
El equipo del MIT ha desarrollado hasta ahora dos prototipos funcionales:
-
Modelo vertical tipo H: Diseñado para probar el rendimiento electroquímico y la dinámica de flujo de sodio.
-
Diseño horizontal tipo bandeja: Utiliza una membrana cerámica avanzada y opera con aire húmedo, lo que permite reacciones más estables y limpias.
Ambos prototipos están en fase avanzada de validación, y el siguiente paso será escalar hacia un sistema funcional del tamaño de un ladrillo estándar, con una capacidad de almacenamiento de 1.000 Wh, lo suficiente para alimentar un dron agrícola grande, equipos de monitoreo ambiental o sistemas portátiles de energía en zonas aisladas.
Esta fase de desarrollo se está llevando a cabo bajo la startup Propel Aero, incubada en el entorno del MIT y enfocada en llevar esta tecnología del laboratorio al mercado. Su enfoque inicial estará en el sector aeroespacial y agrícola, donde la demanda de energía liviana y eficiente es urgente, pero con una visión clara hacia su aplicación en vehículos terrestres, barcos, trenes y almacenamiento estacionario.

Un futuro energético más accesible y descentralizado
La celda de sodio-aire también plantea implicancias geopolíticas importantes. Hoy, el mercado del litio está concentrado en pocos países, y su extracción está sujeta a tensiones sociales, competencia internacional y volatilidad de precios. En cambio, el sodio es un recurso ampliamente distribuido y no sujeto a restricciones críticas.
Esto podría democratizar el acceso a tecnologías avanzadas de almacenamiento energético, especialmente para países en desarrollo con menor capacidad de inversión. Las celdas de sodio-aire, por su bajo costo de materiales y su diseño modular, tienen el potencial de acelerar la electrificación en regiones remotas, reducir la dependencia de combustibles fósiles y facilitar una transición energética más equitativa.
Un punto de inflexión en la historia de la energía
La innovación liderada por el equipo del MIT representa mucho más que una mejora tecnológica. Es una visión alternativa del futuro energético, donde la sostenibilidad, la seguridad y la eficiencia no son mutuamente excluyentes, sino objetivos que se pueden alcanzar simultáneamente.
Aunque todavía quedan desafíos por resolver —como la durabilidad a largo plazo, la estandarización industrial y la infraestructura de recarga— el desarrollo de las celdas de sodio-aire abre una nueva puerta a un horizonte que, hasta hace poco, parecía lejano: un transporte aéreo, marítimo y terrestre totalmente libre de emisiones, operado con recursos abundantes, y con una lógica de funcionamiento rápida, segura y adaptable.
La historia de la energía está repleta de giros inesperados. Si esta tecnología logra cumplir su promesa a escala industrial, es probable que dentro de unos años, miremos atrás y reconozcamos este momento como el inicio de una nueva era. Una era donde la sal común —ese ingrediente cotidiano— se convirtió en la chispa de una transformación global.
Tal vez te interese leer: https://valorambiental.com.ar/cuenca-forestal-yaboti-se-alinea-con-redd/