Aunque no lo notemos, la Argentina cambia de lugar cada año. Según el Instituto Geográfico Nacional (IGN), el territorio nacional se desplaza unos 2 centímetros anuales hacia el noroeste, un fenómeno imperceptible a simple vista pero perfectamente medible gracias a la tecnología satelital.
Este movimiento se debe a la dinámica de las placas tectónicas, enormes bloques que componen la corteza terrestre y que se deslizan lentamente sobre el manto, como balsas sobre un océano de roca caliente. Argentina se encuentra sobre la Placa Sudamericana, la cual interactúa con la Placa de Nazca, que se hunde bajo ella en un proceso conocido como subducción.
Este fenómeno geológico genera efectos notables, aunque lentos y silenciosos:
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Sismos, especialmente en regiones como Cuyo y el noroeste del país.
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Elevación constante de la cordillera de los Andes.
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Desplazamientos milimétricos del territorio nacional, acumulativos a lo largo del tiempo.
Consecuencias concretas de un movimiento invisible
Aunque nadie debería preocuparse por que Argentina termine en otra latitud en los próximos siglos, este desplazamiento tiene implicancias reales:
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Actualización periódica de mapas y coordenadas geográficas. El sistema POSGAR (Posicionamiento Geodésico Argentino) se ajusta con regularidad para reflejar los nuevos datos.
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Correcciones en los sistemas de navegación satelital (GPS), cruciales para la precisión en transporte, telecomunicaciones y agricultura.
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Mejor comprensión del riesgo sísmico, fundamental para la planificación urbana y la construcción de infraestructuras seguras.
Una tierra que nunca está quieta
Este sutil movimiento nos recuerda que la Tierra está viva, y que Argentina no es una excepción. Cada año, el país se reubica apenas unos centímetros, en un viaje silencioso que refleja la compleja y fascinante dinámica del planeta.
Como destacan desde el IGN, “no es una metáfora ni una frase poética: Argentina realmente se mueve, y no hablamos de política ni de fútbol, sino de geología”.