Un estudio de la NASA revela que el planeta está atrapando más radiación solar, con un giro sorprendente: ahora el hemisferio norte absorbe más energía que el sur. El fenómeno rompe un misterio científico de décadas y plantea nuevos desafíos frente al cambio climático.
Un planeta visto desde el espacio: equilibrio en cuestión
Desde que la humanidad pudo observar la Tierra desde el espacio, una de las imágenes más repetidas ha sido la de un planeta azul en aparente equilibrio, rodeado por su atmósfera y envuelto en un delicado sistema de nubes que regulan la energía solar que entra y sale. Sin embargo, esa imagen de estabilidad hoy se ve cuestionada por un hallazgo de la NASA que cambia la manera en que se comprende el balance energético del planeta.
Un nuevo análisis del proyecto CERES (Clouds and the Earth’s Radiant Energy System), que lleva más de dos décadas recopilando datos satelitales, reveló un cambio sustancial: la Tierra se está oscureciendo. Dicho de otro modo, el planeta está reflejando menos radiación solar hacia el espacio y, en consecuencia, absorbiendo más calor.
El hallazgo no solo confirma una tendencia preocupante en tiempos de crisis climática, sino que además trae consigo una sorpresa inesperada: el cambio no es uniforme. El hemisferio norte es ahora el que se oscurece más, rompiendo una misteriosa simetría que durante décadas había desconcertado a la comunidad científica.
El desequilibrio energético en cifras
Los datos de CERES muestran que, en sus primeros años de mediciones, el hemisferio sur era el que absorbía un poco más de energía solar. El balance registraba que el sur ganaba alrededor de 0,20 vatios por metro cuadrado (W/m²) cada década. Sin embargo, esa tendencia se detuvo y cambió radicalmente a partir de 2020.
Hoy, las cifras indican que es el hemisferio norte el que atrapa más radiación, con un excedente de 0,54 W/m² más que el sur cada década. A primera vista, este número puede parecer insignificante, pero en términos planetarios representa un desequilibrio enorme y acumulativo que, año tras año, acelera los procesos de cambio climático.
La conclusión es contundente: el balance energético de la Tierra ya no es el mismo, y el norte del planeta es el epicentro del oscurecimiento.

La «simetría de albedo»: un enigma que se rompe
Para comprender la magnitud del hallazgo, es necesario entender un concepto clave: la «simetría de albedo». El albedo es la capacidad de una superficie para reflejar la luz solar. Un valor alto significa que se refleja más radiación, mientras que un valor bajo implica que la superficie absorbe más calor.
Durante décadas, los científicos se sorprendieron al descubrir que, a pesar de sus enormes diferencias geográficas y climáticas, el hemisferio norte y el hemisferio sur reflejaban exactamente la misma cantidad de luz solar. Esa coincidencia perfecta fue bautizada como la «simetría del albedo» y constituyó un enigma difícil de explicar.
El hemisferio norte, dominado por continentes, ciudades y una intensa actividad industrial, debería haber mostrado un albedo distinto al sur, que en cambio está compuesto principalmente por océanos oscuros que absorben calor. Sin embargo, los datos mostraban lo contrario: ambos hemisferios estaban en equilibrio lumínico.
La explicación provisional que los especialistas manejaban apuntaba a una combinación de factores: las nubes, los aerosoles de la contaminación industrial y la distribución del hielo en ambos polos. Esa mezcla parecía sostener un balance delicado y hasta artificial.
El descubrimiento actual rompe con esa idea. El equilibrio perfecto dejó de existir, y la simetría de albedo es ya parte del pasado. La Tierra se oscurece más en un hemisferio que en el otro.
Una paradoja medioambiental: menos contaminación, más calor
El hallazgo tiene una dimensión paradójica. Según los expertos de la NASA, una de las causas principales de este quiebre en la simetría está vinculada a una victoria ambiental: la reducción de la contaminación atmosférica en las regiones industrializadas del hemisferio norte.
Aunque la contaminación del aire es dañina para la salud y el ambiente, las diminutas partículas que libera, conocidas como aerosoles, tienen un efecto inesperado: son muy reflectantes. Al estar presentes en la atmósfera, contribuían a rebotar parte de la radiación solar hacia el espacio, actuando como un “escudo” artificial.
Con las políticas ambientales más estrictas implementadas en países como China, Estados Unidos y Europa, las emisiones de aerosoles han disminuido significativamente. Esto es positivo desde el punto de vista sanitario y ecológico, pero conlleva una consecuencia no prevista: menos radiación solar es reflejada y más energía es absorbida por la superficie terrestre.
Así lo explica Norman G. Loeb, investigador principal del proyecto CERES de la NASA:
«Destaca el descenso de los aerosoles en el hemisferio norte debido a la reducción de la contaminación en China, Estados Unidos y Europa».
El deshielo como segundo factor clave
El otro factor que contribuye al oscurecimiento del hemisferio norte es el derretimiento de la nieve y el hielo, procesos que avanzan más rápido en el norte que en el sur. Loeb agrega:
«El aumento del derretimiento de nieve y hielo, que fue más rápido en el hemisferio norte que en el sur».
El mecanismo es simple pero devastador: la nieve y el hielo son superficies con un albedo muy alto, capaces de reflejar gran parte de la luz solar. Cuando desaparecen, son reemplazados por agua de océano o tierra oscura, que absorben mucha más radiación. Este efecto retroalimenta el calentamiento: más deshielo significa más absorción de calor, lo que a su vez acelera el deshielo.
En el hemisferio sur, aunque la Antártida también pierde hielo, el ritmo es más lento y conserva aún gran parte de su capacidad reflectante. Esa diferencia explica por qué el desequilibrio energético se inclina hacia el norte.

Consecuencias del desequilibrio: un clima más extremo
El excedente de 0,54 W/m² que absorbe el hemisferio norte no es un simple dato técnico. Implica que esta parte del planeta está calentándose más rápido, lo cual ya se refleja en múltiples fenómenos observables:
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Aceleración del calentamiento global en el hemisferio norte.
Las olas de calor, cada vez más intensas y frecuentes, son una muestra del exceso energético acumulado. -
Alteraciones en los patrones de precipitación.
La distribución de las lluvias está cambiando, con sequías más severas en ciertas regiones y lluvias torrenciales en otras. -
Modificaciones en la circulación atmosférica y oceánica.
El desequilibrio energético afecta las corrientes marinas y los vientos globales, con consecuencias en la estabilidad climática a escala planetaria. -
Desplazamiento hacia el norte de la Zona de Convergencia Intertropical.
Esta franja cercana al ecuador, donde convergen los vientos alisios de ambos hemisferios, está migrando hacia el norte. El desplazamiento altera el régimen de lluvias en regiones tropicales y subtropicales, afectando directamente a millones de personas.
Una señal de alerta para el futuro
El hallazgo del proyecto CERES funciona como una alarma global. La Tierra ya no refleja la misma cantidad de luz solar que antes, y el hemisferio norte se oscurece con mayor intensidad. El fenómeno, aunque en parte se explique por la reducción de la contaminación, no debe interpretarse como un efecto benigno.
El desequilibrio energético global refuerza la idea de que el cambio climático no avanza de manera uniforme ni lineal. Por el contrario, los efectos se manifiestan con contrastes regionales, donde algunas áreas sufren con mayor fuerza las consecuencias.
Un planeta en transformación acelerada
El oscurecimiento de la Tierra se suma a otras señales que los científicos han venido registrando en las últimas décadas: aumento de la temperatura media global, retroceso de los glaciares, incremento del nivel del mar, acidificación de los océanos y pérdida de biodiversidad.
Lo novedoso en este caso es que el fenómeno se origina en el balance lumínico mismo del planeta, una variable que parecía estable y hasta misteriosamente equilibrada durante siglos. La ruptura de esa simetría pone de manifiesto lo delicado que es el sistema climático y lo dependiente que resulta de factores humanos y naturales.
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