viernes, mayo 30, 2025
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Brasil subasta 453 mil hectáreas de bosque nativo para una gestión sostenible

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En una iniciativa sin precedentes por su escala e impacto potencial, el Gobierno de Brasil llevó a cabo la subasta de 453 mil hectáreas de bosque nativo, ubicadas en la región amazónica, bajo el objetivo de implementar un modelo de “gestión forestal sostenible”. La concesión, que tendrá una vigencia de 37 años, fue otorgada a través de un proceso público y competitivo en la Bolsa de Valores de São Paulo (B3), y representa uno de los mayores proyectos de su tipo en América Latina.

El anuncio ha generado un amplio abanico de reacciones: desde el optimismo de sectores empresariales y organizaciones ambientalistas que ven en la propuesta una oportunidad de equilibrar economía y ecología, hasta la cautela de investigadores y defensores del medio ambiente que advierten sobre la necesidad de una estricta fiscalización.

Una apuesta por la sostenibilidad con base legal

La medida forma parte del Programa de Concesiones Forestales del Gobierno Federal, coordinado por el Servicio Forestal Brasileño (SFB), órgano vinculado al Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático. El objetivo es claro: transformar el paradigma de uso de los bosques públicos de la Amazonía, tradicionalmente sometidos a presiones de deforestación ilegal y actividades extractivas depredadoras, hacia un modelo que permita la explotación racional de los recursos sin comprometer su regeneración natural ni su valor ambiental.

Según datos proporcionados por la Agencia Brasil, las áreas subastadas se distribuyen en cuatro Unidades de Manejo Forestal (UMFs) en el Bosque Nacional de Humaitá, estado de Amazonas. Estas unidades fueron cuidadosamente delimitadas tras estudios técnicos de viabilidad ecológica y económica.

Las empresas ganadoras deberán desarrollar planes de manejo detallados que incluyan criterios de sostenibilidad, protección de biodiversidad, reforestación y monitoreo ambiental. Además, se les exigirá el cumplimiento de normativas laborales, respeto a las comunidades tradicionales y la promoción de acciones de educación ambiental.

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Una inversión a largo plazo: concesiones por 37 años

La concesión será válida por 37 años, un plazo que busca garantizar la estabilidad necesaria para implementar proyectos de mediano y largo plazo. Se espera que las actividades principales incluyan la extracción selectiva de madera certificada, el aprovechamiento de productos forestales no maderables (como frutos, semillas, aceites esenciales y resinas) y la prestación de servicios ambientales, incluyendo ecoturismo y captura de carbono.

Según el Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático, las concesiones generarán ingresos anuales del orden de 32,6 millones de reales (alrededor de USD 6,5 millones al cambio actual) y permitirán la creación de aproximadamente 2800 empleos directos e indirectos. Buena parte de esos puestos de trabajo estarán vinculados a actividades en campo, lo que podría significar una importante fuente de ingresos para poblaciones rurales que históricamente han enfrentado altos índices de pobreza y exclusión.

Reacciones: entre el entusiasmo y la cautela

El anuncio fue recibido con optimismo por varios sectores. La ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, destacó que este modelo «rompe con la lógica depredadora del pasado y apunta hacia una nueva economía forestal basada en el conocimiento, el respeto a la biodiversidad y la inclusión social». Silva, histórica defensora de la Amazonía, lidera actualmente una estrategia gubernamental que busca combinar conservación con desarrollo económico de base territorial.

Organizaciones como WWF-Brasil y el Instituto Socioambiental (ISA) celebraron la transparencia del proceso y destacaron la potencialidad de las concesiones para actuar como una barrera frente al avance de la deforestación ilegal. “En la medida en que los bosques públicos tienen dueño y reglas claras de uso, se reduce el espacio para el saqueo y el crimen ambiental”, señaló Adriana Ramos, directora del ISA.

Sin embargo, otras voces piden prudencia. El biólogo y ecólogo Ricardo Carvalho, de la Universidad Federal de Pará, señaló que “el éxito del proyecto dependerá de una fiscalización rigurosa y de la capacidad del Estado para monitorear que las prácticas realmente sean sostenibles. En el pasado hemos visto cómo concesiones mal gestionadas terminan favoreciendo la degradación”.

El proceso de subasta: transparencia como prioridad

La subasta se realizó bajo supervisión de la Bolsa de Valores de São Paulo (B3), lo cual, según las autoridades, garantiza la trazabilidad y legitimidad del proceso. Las empresas participantes debieron cumplir una serie de requisitos previos, entre ellos la demostración de experiencia en manejo forestal, solvencia financiera, y un historial libre de sanciones ambientales.

El proceso fue calificado como “altamente competitivo” por el Servicio Forestal Brasileño. Cada lote fue adjudicado a la empresa que ofreció el mayor valor por metro cúbico de madera a ser extraído, dentro de un techo previamente establecido para garantizar la conservación de los bosques. Las empresas deberán asumir también compromisos sociales, como la contratación de mano de obra local y el apoyo a proyectos de desarrollo comunitario.

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¿Qué implica una “gestión sostenible”?

El término “gestión forestal sostenible” refiere al uso racional y planificado de los recursos forestales, de forma que se mantenga su biodiversidad, productividad, capacidad de regeneración y vitalidad ecológica. En la práctica, esto implica:

  • Extracción controlada de madera, con rotación de áreas y preservación de especies clave.

  • Aprovechamiento de productos no maderables, como frutos amazónicos (açaí, castaña, cupuaçu), aceites y plantas medicinales.

  • Protección de fuentes de agua y corredores ecológicos.

  • Monitoreo de fauna y flora, con censos periódicos y mitigación de impactos.

  • Capacitación de trabajadores forestales en técnicas de bajo impacto.

Este modelo ha sido implementado con relativo éxito en otros países como Bolivia, Perú y Gabón, donde concesiones bien diseñadas han contribuido a reducir la deforestación y generar ingresos para las comunidades locales.

Impacto para las comunidades: ¿una oportunidad de desarrollo?

Uno de los pilares de la estrategia brasileña es el involucramiento de las comunidades locales. Se espera que los proyectos concesionados contraten trabajadores residentes en las zonas aledañas y fomenten actividades económicas complementarias, como la transformación de productos forestales, la artesanía, el ecoturismo y la educación ambiental.

“Estamos esperanzados con esta iniciativa. Siempre defendimos que los bosques deben generar ingresos sin destruirse. Con trabajo formal y respeto a nuestro entorno, podemos vivir mejor”, afirmó Joana Monteiro, presidenta de la Asociación de Productores Extractivistas de Humaitá.

El Ministerio de Medio Ambiente anunció también que destinará un porcentaje de los ingresos de las concesiones a un fondo de desarrollo regional que financiará proyectos de salud, educación y mejora de infraestructura en municipios con presencia forestal.

Un modelo replicable para otras regiones

Si el modelo se consolida, podría replicarse en otras regiones del país. Brasil posee más de 300 millones de hectáreas de bosques públicos, de las cuales una parte significativa se encuentra sin asignación clara de uso, lo que las convierte en blanco fácil de ocupación ilegal.

“Concesionar no es privatizar. Es dar un marco legal y sostenible a territorios que de otro modo quedarían a merced de la ilegalidad”, argumentó Daniel Duarte, director del Servicio Forestal Brasileño.

Desde el sector privado, las empresas madereras celebraron el proceso. “Por primera vez se abre una oportunidad para trabajar de forma legal, planificada y con respaldo estatal en zonas con alto potencial productivo”, expresó José Almeida, directivo de la Asociación Brasileña de Productores Forestales.

Críticas y desafíos

Sin embargo, no todos están convencidos. Algunos analistas alertan sobre la posibilidad de que empresas incumplan sus compromisos una vez adjudicados los lotes, o que utilicen mecanismos legales para ampliar las extracciones por encima de lo permitido.

“Una cosa es lo que se promete en los papeles y otra es lo que ocurre en el terreno. La fiscalización debe ser intensa y constante”, señaló la investigadora del Instituto de Pesquisa Ambiental de la Amazonía (IPAM), Marina Fonseca.

Otro desafío será la articulación entre distintas instancias gubernamentales. Los estados y municipios deben estar alineados con el Gobierno Federal para evitar superposiciones, conflictos de jurisdicción o falta de coordinación en los controles ambientales.

También preocupa la posible tensión con comunidades indígenas. Aunque las áreas concesionadas no se superponen directamente con tierras indígenas reconocidas, algunas organizaciones advierten que la actividad forestal podría afectar zonas de tránsito ancestral o impactar indirectamente sobre sus territorios.

El contexto internacional: presión y oportunidad

La subasta también se inscribe en un contexto internacional de creciente presión sobre Brasil para frenar la deforestación amazónica. Países como Noruega y Alemania, principales financiadores del Fondo Amazonía, han condicionado la continuidad de su apoyo a políticas de conservación efectivas.

Al mismo tiempo, el país busca posicionarse como líder en bioeconomía y servicios ecosistémicos. Las concesiones forestales sostenibles podrían ser una carta fuerte en esa estrategia, mostrando que es posible generar desarrollo sin destruir los ecosistemas.

Un paso audaz con múltiples implicancias

La subasta de 453 mil hectáreas de bosque nativo marca un hito en la política forestal brasileña. Es un paso audaz que, bien implementado, podría sentar las bases de una nueva economía amazónica: más inclusiva, legal, sostenible y basada en el conocimiento.

El éxito, sin embargo, dependerá de múltiples factores: la calidad de los proyectos seleccionados, la capacidad del Estado para fiscalizar, el respeto a las comunidades y la integración de políticas públicas. También exigirá una vigilancia ciudadana y científica activa, que asegure que la promesa de sostenibilidad no quede en papel.

En un momento en que el mundo entero observa con atención el futuro de la Amazonía, esta iniciativa puede convertirse en un ejemplo o en una advertencia. El tiempo, y sobre todo las acciones concretas, dirán cuál será el camino elegido.

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