En el corazón de la selva misionera, donde el follaje tupido guarda secretos milenarios y los arroyos serpentean entre sombras verdes, se vivió recientemente un episodio que combina humanidad, ciencia y conservación. Guardaparques del Parque Provincial Araucaria protagonizaron el rescate y la posterior liberación de un ejemplar de margay (Leopardus wiedii), un pequeño felino silvestre enigmático y escurridizo, tras una inesperada aparición en una zona urbanizada de Colonia Primavera, al sur de la provincia de Misiones.

El suceso, aparentemente aislado, se convierte en símbolo de una problemática más profunda que involucra el avance de la urbanización sobre hábitats naturales, el desplazamiento de fauna silvestre y la creciente necesidad de fortalecer la conciencia ambiental comunitaria. Pero también representa una historia de esperanza, marcada por la intervención oportuna de una familia comprometida con la biodiversidad misionera y un cuerpo de guardaparques que opera con vocación, ciencia y sensibilidad.
Un encuentro inesperado en Colonia Primavera
La historia comenzó una mañana templada de otoño, cuando vecinos de Colonia Primavera se vieron sorprendidos por la presencia de un pequeño felino silvestre de mirada intensa y pelaje manchado que rondaba los patios traseros de sus viviendas. El animal, evidentemente desorientado, se desplazaba con sigilo pero sin la habitual seguridad que caracteriza a los depredadores de la selva. Los ladridos de los perros del lugar y el movimiento humano parecían inquietarlo.
La escena fue captada por una familia de la zona, que rápidamente notó que se trataba de un ejemplar de fauna autóctona. Lejos de espantarlo o intentar capturarlo por su cuenta, optaron por una estrategia más sensata: resguardar al animal temporalmente para evitar que sufriera daño y contactar a las autoridades correspondientes. Fue el padre de familia quien se comunicó con el equipo de guardaparques del Parque Provincial Araucaria, dependientes del Ministerio de Ecología y Recursos Naturales Renovables de la Provincia de Misiones.
El gesto, simple pero fundamental, marcó la diferencia entre un posible desenlace trágico y el retorno del margay a su ecosistema. Esta decisión, motivada por un compromiso con la naturaleza, refleja un cambio cultural progresivo: cada vez más personas comprenden que los animales silvestres no son mascotas, ni amenazas, sino partes esenciales de un equilibrio ecológico que merece ser respetado.
El margay: una joya esquiva de la selva
El protagonista de esta historia es un felino poco conocido por el público general, pero profundamente valorado por conservacionistas y biólogos. El margay o Leopardus wiedii, también llamado «tigrillo» en algunas regiones de América Latina, es un cazador solitario que habita las densas selvas tropicales desde México hasta el norte de Argentina.
En Misiones, el margay forma parte del rico mosaico de biodiversidad que caracteriza al ecosistema del Bosque Atlántico del Alto Paraná. Se trata de una especie nocturna, ágil y arbórea, cuyas habilidades de caza en las copas de los árboles le valieron la reputación de “acróbata” de la fauna felina. A diferencia de otros felinos, el margay puede girar sus tobillos traseros 180 grados, lo que le permite descender de los árboles cabeza abajo, un rasgo compartido con muy pocos mamíferos.
Este notable adaptador ha visto reducirse su hábitat a causa de la fragmentación del bosque, el crecimiento urbano y la deforestación, factores que obligan a ejemplares como el rescatado en Colonia Primavera a incursionar en zonas humanizadas en busca de alimento o refugio.

A pesar de su estatus de conservación no tan alarmante como el del yaguareté (Panthera onca), el margay es considerado una especie “casi amenazada” según la Lista Roja de la UICN, y se encuentra bajo protección legal en Argentina. Su presencia es un indicador de la salud del ecosistema, y cada avistamiento, rescate o liberación es una oportunidad para reflexionar sobre nuestro vínculo con el entorno natural.
Operativo rescate: coordinación y ciencia en acción
Alertados por la familia, los guardaparques del Parque Provincial Araucaria se movilizaron con rapidez. El operativo no fue improvisado: al llegar al lugar, se priorizó la seguridad del animal y se aplicaron protocolos establecidos para el rescate de fauna silvestre.
El margay fue capturado de forma segura, evitando estrés o lesiones. Luego se procedió a una evaluación veterinaria inicial en el sitio, para descartar signos de enfermedad, desnutrición o heridas. El equipo técnico, con la asistencia de personal especializado del Ministerio de Ecología, realizó un chequeo físico que reveló un estado de salud general óptimo. Esto fue clave para definir los pasos a seguir: sin necesidad de un período de cuarentena o rehabilitación, el felino podía ser reintroducido de inmediato a su hábitat natural.
El sitio elegido para su liberación fue un sector poco intervenido de la Reserva de Biosfera Yabotí, a orillas del arroyo Yabotí Miní. Este enclave forma parte de una extensa área protegida de más de 250.000 hectáreas, que incluye el Parque Provincial Esmeralda y zonas de amortiguamiento esenciales para la conectividad de especies.
La elección del lugar no fue casual: los márgenes del Yabotí Miní ofrecen cobertura vegetal, presencia de presas naturales y baja interferencia humana, condiciones ideales para que el margay retome su vida silvestre con las mínimas alteraciones posibles. La liberación, documentada por el equipo de campo, fue rápida y eficaz. El pequeño felino desapareció entre el follaje con la elegancia de quien nunca debió haber salido de allí.

Más allá del rescate: desafíos de conservación en Misiones
El rescate del margay no es un hecho aislado. En los últimos años, Misiones ha registrado un incremento en los reportes de fauna silvestre en zonas urbanizadas o periurbanas. Estos episodios no sólo reflejan el empuje de las ciudades sobre los bordes de la selva, sino también las alteraciones climáticas y ecológicas que obligan a muchos animales a cambiar sus patrones de comportamiento.
El cruce de rutas, la pérdida de corredores biológicos y la presión humana sobre zonas antes vírgenes generan escenarios donde el conflicto entre humanos y fauna silvestre es cada vez más frecuente. Según datos del Ministerio de Ecología, cada año se rescatan decenas de ejemplares de diferentes especies: monos caí, coatíes, zorros, aves rapaces, y felinos menores como el ocelote y el margay.
Frente a este panorama, la labor de los guardaparques cobra una relevancia creciente. No se trata sólo de vigilar senderos o controlar actividades dentro de los parques, sino de desempeñar un rol multifacético que abarca educación ambiental, gestión de conflictos, manejo veterinario básico y articulación institucional. Son, en muchos sentidos, los primeros defensores de la biodiversidad en el terreno.
A ello se suma el papel crucial de las comunidades locales. El caso de Colonia Primavera demuestra cómo una respuesta ciudadana informada y responsable puede ser la diferencia entre la vida y la muerte de un animal silvestre. La educación ambiental, en este contexto, no es un complemento, sino una herramienta estratégica.
La Reserva de Biosfera Yabotí: un bastión de vida
Donde fue liberado el margay, la Reserva de Biosfera Yabotí selva-yaboti, se encuentra uno de los relictos de selva paranaense mejor conservados del país. Declarada como tal por la UNESCO en 1995, esta área de conservación no sólo protege especies, sino también modos de vida, tradiciones y saberes locales. En su interior conviven comunidades originarias, emprendimientos sostenibles y ecosistemas únicos.
La zona alberga especies emblemáticas como el yaguareté, el tapir, el águila harpía y numerosas variedades de aves, reptiles y anfibios. También protege la cuenca del río Uruguay y sus afluentes, fundamentales para la provisión de agua y regulación climática regional.
En este contexto, la liberación del margay representa algo más que un acto técnico: es una devolución simbólica a la naturaleza de aquello que le pertenece. Un acto de restitución que revaloriza la integridad del ecosistema y fortalece la conexión entre conservación, ciencia y comunidad.
Perspectivas a futuro: conservación participativa y vigilancia activa
Para evitar que hechos como este se repitan por causas negativas —como la pérdida de hábitat—, es fundamental profundizar las políticas de conservación participativa en Misiones. Esto implica:
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Ampliar la cobertura de corredores biológicos que conecten reservas y parques entre sí, permitiendo el libre desplazamiento de especies como el margay.
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Fortalecer el sistema de monitoreo de fauna silvestre, incorporando tecnologías como cámaras trampa, geolocalización y bases de datos compartidas entre organismos públicos y ONGs.
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Impulsar campañas educativas continuas en comunidades aledañas a áreas protegidas, con foco en la identificación de especies, protocolos de denuncia y alternativas a la captura o domesticación.
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Promover el trabajo interdisciplinario, articulando a guardaparques, veterinarios, biólogos, educadores y comunicadores en redes de respuesta rápida y divulgación científica.
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Incentivar la participación comunitaria activa, integrando a vecinos, escuelas, y asociaciones civiles en planes de conservación, vigilancia y turismo sustentable.
El rescate del margay es una historia pequeña en dimensión, pero enorme en significado. Nos habla de una provincia que aún conserva su selva, de un pueblo que empieza a comprender su rol en ese equilibrio, y de una institucionalidad que, con recursos limitados, sostiene con compromiso una de las mayores riquezas naturales del continente.
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