La tormenta que azotó Bahía Blanca el viernes pasado no solo fue un fenómeno climático devastador para la ciudad, sino también una manifestación de un patrón más amplio que afecta a la región y al mundo. En apenas 12 horas, la ciudad sufrió más de 290 milímetros de lluvia, una cifra que supera los niveles registrados en otras partes de América del Sur, como Porto Alegre, donde en 2023 se registraron 258,6 milímetros durante tres días.
Según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), eventos como este serán cada vez más frecuentes e intensos debido al calentamiento global. Buenos Aires junto con otras zonas del país como Misiones, Santa Fe y Entre Ríos, está en el centro de este riesgo creciente. El IPCC proyecta que el aumento de la temperatura de la Tierra elevó significativamente la probabilidad de tormentas severas, lo que pone en alerta a las regiones vulnerables.
Carolina Vera, integrante del IPCC y autora del último reporte publicado en 2023, confirma que el sudeste de América del Sur experimentó un incremento en la frecuencia de tormentas severas. Estas incluyen lluvias intensas, vientos fuertes y, en ocasiones, granizo. Aunque no se puede afirmar que el temporal del viernes pasado haya sido causado directamente por el cambio climático, la tendencia a la que apunta la región es preocupante.
A nivel mundial, los científicos establecieron que el aumento de la temperatura global se debe principalmente a la concentración de gases de efecto invernadero, producto de la actividad humana. Según la NASA, la concentración de dióxido de carbono ha alcanzado niveles récord de 425 partes por millón, lo que ha llevado a un aumento de 1,5°C en la temperatura media global. Este cambio es uno de los más rápidos en los últimos 2.000 años y tiene consecuencias significativas para el clima en todo el planeta.
El cambio climático se traduce en un riesgo creciente de fenómenos meteorológicos extremos. En Bahía Blanca, la probabilidad de tormentas severas aumentará con el paso de los años. Para 2040, la probabilidad de un evento extremo se incrementará en un 16%, y para 2060 llegará a un 22,5%. Este incremento se debe, en gran parte, al aumento de la temperatura global, que genera más energía en la atmósfera y favorece la formación de tormentas más intensas. Además, el calentamiento provoca una mayor evaporación del agua de ríos, lagos y océanos, lo que a su vez produce más precipitaciones.
La vulnerabilidad de Bahía Blanca se ve agravada por su ubicación geográfica y sus ríos, que forman parte de una cuenca que se inicia en las sierras del norte. Esto implica que, además de las lluvias intensas, el desbordamiento de ríos puede empeorar la situación, como se evidenció en este último temporal. Ante esta amenaza, los expertos recomiendan mejorar las políticas de gestión del riesgo y adoptar medidas de adaptación al cambio climático.
El sistema de alerta temprana es fundamental para mitigar los impactos de estos fenómenos. Aunque en Bahía Blanca se emitió una alerta y se suspendieron las clases, aún persisten deficiencias en la comunicación del riesgo y en la capacidad de respuesta ante eventos extremos. Expertos en hidrología urbana, subrayan la necesidad de un enfoque centrado en la ciudadanía, que incluya no solo obras de infraestructura, sino también acciones de concientización y normativas de uso de suelo.
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