Cada minuto, el equivalente a un camión de basura de plástico se vierte en los mares y océanos del mundo. Esos plásticos pueden afectan la salud de la fauna marina e indirectamente a los seres humanos. Porque los trozos de plásticos pueden ser ingeridos por animales, como los peces, que luego son consumidos por los humanos.
Se estima que las cantidades crecientes de plástico ya afectaron a más de 1.200 especies marinas en el mundo. Ahora, hay 20 estudios científicos que demuestran y detallan la presencia de plásticos y microplásticos en la fauna marina que habitan el Mar Argentino y las costas.
Esos trabajos han sido realizados por investigadores de diferentes instituciones científicas y universidades públicas y privadas de la Argentina, que forman parte de la Red Científica de Plásticos y Microplásticos en el ambiente (SEPIA).
Ya comprobaron la presencia de plásticos en peces, como corvina rubia y pejerrey, delfín franciscana, tortugas marinas, lobos marinos, diferentes especies de aves -como el Macá grande, los albatros y los petreles-, ostras, cangrejo, langostinos (que eran para consumo humano), estrellas de mar, y en la ballena franca austral.
Incluso la contaminación ya afectó a la fauna del “fin del mundo”: por primera vez se han identificado plásticos en invertebrados marinos como la lapa y el mejillón del Canal Beagle, y en el pez puyén del Arroyo Negro, en el Parque Nacional Tierra del Fuego. Un hallazgo de que se publicó en la revista especializada Marine Pollution Bulletin.
“Es muy preocupante”, dijo la doctora en bioquímica e investigadora en salud ambiental del Conicet en el Instituto Argentino de Oceanografía, Ana Carolina Ronda. “Las piezas de plástico mayores tienen principalmente efectos físicos en la fauna marina, como por ejemplo bloqueo del tracto gastrointestinal y estrangulamiento”, explicó la científica.
Luego, en el mar abierto, los plásticos se van descomponiendo en piezas plásticas más pequeñas y se le suma un efecto químico que puede afectar la salud de la fauna marina e indirectamente a los seres humanos.
“Las piezas pequeñas pueden ser ingeridos por animales, como los peces, que luego son consumidos por los humanos. El efecto químico está dado porque los plásticos tienen aditivos que pueden ser peligrosos para la salud, y porque a medida que permanecen en el ambiente se le pueden ir adsorbiendo sobre su superficie otros contaminantes como compuestos orgánicos persistentes y metales pesados”, advirtió.
Ronda y tres investigadores publicaron recientemente en la revista Marine Pollution Bulletin las pruebas de la contaminación por residuos, incluyendo plástico, que afecta a pingüinos magallánicos juveniles. Los pingüinos habían quedado varados en la costa atlántica del sur de la provincia de Buenos Aires.
A través de diferentes tecnologías, como la espectroscopia infrarroja, los investigadores determinaron que el 62,7 % del total de partículas que tenían los animales eran plásticos. El polipropileno (27,8 %) y el poliéster (21,6 %) eran los polímeros más abundantes. A partir de esos resultados, sugirieron que esa especie de pingüino podría ser considerada como “bioindicador” para monitorear los niveles de contaminación por plásticos en el Atlántico Sur.
Además, la doctora Ronda y otros colegas estudiaron la presencia y la distribución de los microplásticos en el tracto gastrointestinal de la corvina rubia, una especie de pez marino comercial que se encuentra en el Estuario de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires.
Para hacer ese trabajo, que fue publicado en Bulletin of Environmental Contamination and Toxicology, los investigadores tomaron muestras de ejemplares juveniles de corvina rubia utilizando artes de pesca artesanal en dos localidades. Todos los individuos contenían partículas microplásticas en su tracto gastrointestinal, con tamaños que oscilaban entre los 0,98 y los 5 milímetros.
Otras investigaciones están siendo llevadas a cabo por Luciana Gallo, doctora en ciencia animal e investigadora del Conicet en Senasa-IBIOMAR en Puerto Madryn, Chubut. Ella estudia la contaminación por plásticos en aves marinas de las costas de Argentina y Brasil desde 2018.
“Las especies más afectadas son los albatros y petreles porque se alimentan principalmente sobre la superficie del agua, donde los plásticos tienden a flotar y acumularse”, afirmó la doctora Gallo.
“Recientemente comenzamos a investigar los efectos sub-letales de la ingesta de plásticos, con el Petrel Gigante del Sur como especie modelo. Es una de las especies de aves marinas con mayor registro de ingesta de plástico en el Mar Patagónico. Interacciona con frecuencia con el descarte y la basura proveniente de la pesca. Los resultados preliminares muestran que algunos indicadores de estado sanitario se ven alterados por la ingesta de plásticos en pichones”, comentó.
Con “efectos sub-letales”, la experta se refirió que los impactos del plástico pueden no ser responsables directos de la mortalidad de los animales. Pero sí pueden reducir la probabilidad de supervivencia o la reproducción de un individuo.
También la científica Gallo está estudiando la problemática en especies de interés comercial de la región patagónica, como moluscos, crustáceos y peces. “La merluza común está considerada como el principal recurso pesquero de la Argentina. Su stock es el más importante en términos económicos y de biomasa, y los resultados preliminares también indican la presencia de microplásticos en la merluza común”, subrayó.
En tanto, la doctora Marina Winter junto con Sergio Abate, y otros colegas de la Universidad Nacional de Río Negro, hicieron un análisis entre 2020 y 2022 sobre 23 individuos que representaban 5 aves y 2 mamíferos. Se encontró una pieza de 10 centímetros de macroplástico en un ejemplar del ave Macá grande. El animal se había tragado una cinta elástica amarilla que los humanos usan en embalajes.
“La banda elástica conservaba intacto el color y la rigidez. Por eso inferimos que el Macá la había ingerido poco tiempo antes de morir. Es decir que no fue la causa directa de la muerte del ave. Es posible que el ave haya confundido a la banda elástica con un pez, que es una de sus principales fuentes de alimento”, aclaró Winter. El Macá estaba en la playa la Lobería dentro de la reserva natural Punta Bermeja, Río Negro.
Se sabe que los residuos de plásticos están causando daños a las poblaciones y a los ecosistemas del mundo. Días atrás, científicos del Reino Unido y Australia propusieron llamarle “plasticosis” a la enfermedad causada exclusivamente por la ingesta de plástico. Lo plantearon tras detectar una fibrosis inducida específicamente por el plástico en ejemplares del ave fardela común, que habita en la isla de Lord Howe, a 600 kilómetros de la costa de Australia.
¿Cómo frenar semejante alteración de la fauna marina y sus ecosistemas? “La contaminación de los océanos con plástico tiene impactos en la salud a escala planetaria y en toda la cadena de alimentación, incluyendo los seres humanos. Es una problemática creciente que requiere intervenciones urgentes, globales y en todos los niveles: gobierno, industria y ciudadanía”, respondió la doctora Gallo.
A nivel mundial, desde Naciones Unidas se busca establecer un tratado internacional jurídicamente vinculante sobre la contaminación por plásticos, en particular en el ambiente marino. En diciembre más de 2.500 delegados de 147 países participaron en Uruguay durante la primera reunión del Comité intergubernamental.
La evidencia científica demuestra que el problema no se resuelve con la simple promoción del reciclado de los productos con plástico que se usan. “Muchos países ponen el foco en reciclar y reusar plásticos. Pero en realidad hay que ir más allá y pensar en reducir la producción y el consumo de plásticos. Si no se hace, los esfuerzos para lo demás van a ser en vano”, según dijo recientemente la científica Marina Fernández, del Laboratorio de Neuroendocrinología del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME) del Conicet.
“Cada uno de nosotros puede aportar significativamente al cambio. Se pueden modificar los hábitos de consumo de plásticos. Se pueden elegir opciones más responsables con el ambiente. También se puede contribuir al estudio de los efectos de la contaminación sobre la vida silvestre”, dijo Gallo.
Con baldes y celulares, las personas pueden participar en el proyecto de ciencia ciudadana que hace un monitoreo nacional de plásticos costeros. Es una iniciativa que lleva a cabo la Fundación ProyectoSub. Colaboran el Instituto de Conservación de Ballenas (ICB), Programas de limpiezas de playa propuestos en el marco de las actividades realizadas por el Festival Internacional de Cine Ambiental de la Patagonia (PEFF), Club de Ciencias de la ciudad de Puerto Madryn y colonias de verano.
Recientemente, también se conocieron los resultados del Censo Provincial de Basura Costera Marina, organizado por diferentes organizaciones de ciudades costeras de la Provincia de Buenos Aires, en coordinación con más de 400 voluntarios. Cubrieron un área total de 410.864 m2 y contó con la colaboración de alrededor de 20 organizaciones del tercer sector y la sociedad civil. Según la Fundación Vida Silvestre Argentina, se encontraron 35.741 residuos, de los cuales el 73,7% eran plásticos.
Para 2040 la contaminación por plásticos en los océanos aumentará 2,6 veceshttps://t.co/79ssjLhk0P
— Valor Ambiental (@ValorAmbiental1) March 10, 2023