La Fundación Vida Silvestre, que forma parte del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), difundió un informe bienal en el que muestra la velocidad y la escala del impacto negativo que las actividades humanas tienen en la naturaleza a nivel mundial.
Las cifras son alarmantes, en especial, para América Latina y el Caribe. Desde 1970, dicha región perdió el 94% de las poblaciones de especies monitoreadas, que incluyen a mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces, cuando el promedio global es del 69%.
El documento, titulado Planeta Vivo, señala a la Argentina como uno de los focos de la devastación que padecen los ecosistemas. Un ejemplo son las especies de tiburón en peligro de extinción que habitan el Mar Argentino, una pérdida del 30% del total de los bosques chaqueños en “las últimas décadas” y del 20% de la selva misionera en los últimos 37 años, que incluye la inminente desaparición del yaguareté.
En el informe se muestran los resultados del monitoreo de casi 32.000 poblaciones de 5230 especies animales y vegetales del planeta. El parámetro de medición es el Índice Planeta Vivo (IPV), confeccionado por la Sociedad Zoológica de Londres, “que se basa en el mayor grupo de datos recopilados hasta la fecha”. Este índice mide cómo las especies están respondiendo a las presiones en su entorno ocasionadas por la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.
En las costas argentinas, describe el informe, existen unas 12 especies de grandes tiburones que están presentes cerca del continente, como también en mar abierto y en las profundidades. Entre ellas, se encuentra el escalandrún, “uno de los representantes por excelencia de nuestras costas”, que en la actualidad está en peligro crítico de extinción.
En lo que respecta al bosque atlántico (conocido como selva misionera), un análisis de la cobertura de uso del suelo de los últimos 37 años indica que la Argentina perdió casi el 20% de los bosques que existían en 1985 (aproximadamente 305.000 hectáreas), a un ritmo promedio de 8260 hectáreas por año. A su vez, se destaca que las tierras que ocupaban estos ecosistemas actualmente se destinan a agricultura (60%), forestaciones (27%) y pasturas (10%).
Además, allí sobrevive menos del 1% de la población de yaguaretés que, se estima, existieron en la región antes de la llegada de los europeos. Las proyecciones poblaciones de 2020 indican que son aproximadamente entre 76 y 106 los yaguaretés que habitan el bosque atlántico. En la mayoría de las áreas donde persiste, sus densidades poblacionales son muy bajas y “la extinción local podría ser inminente”, si no se toman acciones urgentes que reviertan esta situación.
Mientras que el Gran Chaco, ecorregión compartida con Paraguay, se encuentra entre los sitios con mayor deforestación del mundo. “En las últimas décadas se perdió el 30% de los bosques chaqueños y se siguen destruyendo sus ambientes naturales y su biodiversidad a un ritmo alarmante”, remarca el informe.
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En el resto del mundo
Planeta Vivo revela una disminución promedio del 69% durante los últimos 48 años (desde 1970 a 2018) en las poblaciones de vida silvestre alrededor del mundo. En África, durante ese período las poblaciones monitoreadas perdieron un 66% de ejemplares, mientras que en el Pacífico Asiático esa cifra fue del 55%.
Las poblaciones de agua dulce han disminuido más en comparación con otros grupos, con el 83% en promedio. La Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) muestra que las cícadas (plantas de crecimiento lento), son las especies más amenazadas, mientras que los corales son los que están disminuyendo más rápidamente, seguidos por los anfibios.
Por citar un ejemplo, una de las poblaciones de agua dulce evaluadas es el delfín rosado del Amazonas, que sufrió una disminución del 65% debido al aumento de la pesca selectiva y a las presiones impuestas por el rápido crecimiento de la población humana. La mitad de los corales del planeta se han perdido, lo que genera impactos negativos en otras especies, ya que albergan un cuarto de todas las especies marinas y dan soporte a una compleja cadena trófica que incluye al ser humano. Así también, 18 de las 31 especies de tiburones y rayas oceánicas se redujeron un 71% en los últimos cincuenta años.
Planeta Vivo destaca también la situación en la Amazonía, el bosque tropical más grande y con mayor diversidad biológica y cultural del mundo, cuya cuenca se encuentra degradada en un 17%. Advierte que el 26% de la Amazonia presenta un estado de perturbación avanzada, lo cual supone la degradación de los bosques, incendios recurrentes y deforestación.
En el informe concluyen que el mundo enfrenta una doble emergencia inducida por los seres humanos, compuesta por la crisis climática y la pérdida de biodiversidad, que amenazan el bienestar de la humanidad e instan a los gobiernos, las empresas y a la sociedad a tomar medidas transformadoras que reviertan la destrucción del planeta.
Los principales factores directos identificados como responsables de la degradación de los sistemas terrestres, marinos y de agua dulce, son los cambios de uso del suelo a nivel mundial, la sobreexplotación de la flora y la fauna, el cambio climático, la contaminación y las especies exóticas invasoras. Al mismo tiempo, sostienen que la doble crisis ambiental se puede mitigar con el aumento de los esfuerzos de conservación y restauración, la producción y el consumo de alimentos de forma más sostenible, y la rápida y profunda descarbonización de todos los sectores.
“De la misma forma que es necesario disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, es urgente revertir la pérdida de biodiversidad y el declive y degradación de los ecosistemas. El informe nos da información esencial para restablecer nuestra relación quebrada con el mundo natural y muestra lo apremiante que es integrar principios de justicia ambiental y social en el centro de los cambios. En el marco de la próxima conferencia de biodiversidad COP15 DE la ONU, es prioritario impulsar un plan global que, como el Acuerdo de París, tenga como meta revertir las pérdidas y mejorar la salud de las poblaciones silvestres y los ecosistemas”, argumenta Luis Germán Naranjo, director de Conservación de WWF Colombia.
“La humanidad buscó descubrir la naturaleza, para luego dominarla. Hoy sabemos que la supervivencia de nuestra especie y de todas las que habitan el planeta, depende de nuestra capacidad de revertir ese paradigma y reforzar los esfuerzos para conservarla, restaurarla y regenerarla”, opina Manuel Jaramillo, director general de Vida Silvestre.
Fuente: La Nación