El guardaparque provincial nació en San Vicente, y se consolidó con su familia en la localidad de Andresito, custodiando los parques provinciales del norte de la provincia. Tiene 63 años y más de 35 años de carrera. Fue uno de los primeros baqueanos de Misiones, hombres que se los reconoce como pioneros en el cuidado del monte misionero, que marcaron el rumbo en lo que hoy es la historia y trayectoria del Cuerpo de Guardaparques de Misiones. Mucho se sabe y se conoce del legado que dejaron con la protección de la selva, pero muy poco sobre lo que perdieron por ello.
Aloisio Foletto, es uno de los guardaparques baqueanos que en silencio custodia hace más de 35 años la selva misionera. También están Víctor Zemunich, Onécimo Olivera, Ricardo Freyer, Rubén Raúl Abramson, Roberto Moreyra, Ricardo Escobar, Miguel Giménez, Jacinto Sosa, Miguel Azarmendia, Mariano Chudy (ya retirado), entre otros que dedicaron su vida a custodiar el monte misionero. Entre ellos, el recientemente fallecido Eustaquio Rodríguez, quien junto a sus compañeros dedicó 34 años de su vida a proteger la biodiversidad de la provincia.
A estos hombres, los “baqueanos de Misiones”, se los reconoce como pioneros en el cuidado de la naturaleza, fueron los que marcaron el rumbo en lo que es la historia y trayectoria del Cuerpo de Guardaparques de Misiones.
Estos primeros agentes públicos, incorporados en la década de los años ochenta, tuvieron las condiciones laborales no solo más precarias, sino también más adversas que se recuerdan por el aislamiento geográfico, con asentamientos en carpas en sus guardias o viviendas precarias, carencia de electricidad y de agua potable, y otras condiciones insalubres como letrinas y baños sin instalaciones de agua caliente, falta de movilidad o vehículos para cada Área Natural Protegida, falta de comunicación, entre otras condiciones. En cuanto a su dedicación laboral, hablamos de una entrega mensual promedio de 35 días que con el tiempo se fueron reduciendo 20 días o menos hasta la actualidad.
Una entrevista con Aloisio Foletto, quien desde su compromiso diario y su formación para la tarea, hizo un trabajo invaluable por la protección de los recursos naturales. Está muy próximo a jubilarse a sus 63 años, y no pierde la esperanza del reconocimiento de la Ventana Jubilatoria y Moratoria Previsional para beneficiar a los guardaparques baqueanos, que está para tratamiento en la Cámara de Diputados de Misiones.
A pesar de sus actuales problemas de salud –le diagnosticaron mal de Parkinson- que lo obliga a reducir su carga horaria, aún así realiza guardias pasivas bajo prescripción médica, y lleva adelante funciones desde el Parque Provincial Foerster, en el puesto de la Reserva Yateí, en pleno corazón del corredor biológico Urugua-í Foerster.
Los “baqueanos” son aquellos hombres que tienen conocimiento del monte o del terreno de las áreas naturales desde antes de la creación de la carrera de Guardaparques, del Sistema Provincial de Áreas Protegidas y sus parques provinciales o de la nutrida legislación vigente, aunque fueron protagonistas de todo este proceso para disfrutar hoy con orgullo de lo que queda del Bosques Atlántico o Selva Paranaense.
Ese será quizás el mayor valor del legado que dejarán en las memorias de la provincia, mirar hacia atrás y ver todo lo que está en pie gracias a su granito de arena diario y su trabajo invisible para el común de la sociedad. Su mayor orgullo es saber que la selva misionera esta viva, a pesar de muchas cosas que, por su elección laboral, perdieron en lo personal y familiar. Ese profundo sentimiento de desarraigo con el que conviven muchos de los baqueanos guardaparques es un punto de coincidencia en sus testimonios de vida.
En la Cámara de Diputados de Misiones se dio curso en junio al proyecto de ley de Régimen de Ventana y Moratoria Previsional para beneficiar a un grupo del personal más antiguo de Guardaparque de la Provincia de Misiones, con una medida que pretende efectivizar una reparación histórica para los más antiguos baqueanos o “prácticos”, quienes fueron elegidos para su labor por su conocimiento del monte o del terreno oportunamente, y se desempeñaron durante estas tres últimas décadas en su rol de guardianes de la selva.
“La ventana jubilatoria sería un reconocimiento al desarraigo de los años dedicados en una sola causa, defender la selva y el ambiente en general”, resumió Foletto en la entrevista en la que comparte su historia, rica y extensa en experiencias y anécdotas.
Los primeros pasos, aprendiendo del “maestro” Segismundo Welzc
Foletto nació en lo profundo de la zona rural de San Vicente, tiene 63 años y cumplió 35 años de carrera de baqueano guardaparque. “Cinco años fui contratado y hace 30 que estoy en planta permanente”, precisa.
Terminó los estudios del nivel primario, fue al Ejército Argentino a los 18 años. “Me perdonaron una vez, tuve un primer llamado y a los 13 meses me dieron de baja, y después tuve un segundo llamado, y regresé al ejercito un año más”, acotó sobre una época que dejó huella en su vida.
Con los militares se trasladó hasta Andresito, donde reside hasta la fecha, consolidó su familia y su carrera de guardaparque.
Llegó al municipio en el marco del Plan de Colonización donde se promovía que productores y empresarios se trasladen a la zona a vivir y desarrollar la colonia en zona de frontera, ya que era habitada por muy pocas familias y todas brasileñas (en la zona rural entre Cabureí y hacia el Río Iguazú).
Ya en ese entonces comenzaba la lucha contra la intrusión de tierras y se proponían asegurar la presencia argentina y “evitar la depredación de los recursos naturales que actualmente se da en forma intrusiva, creando las condiciones para la mejor preservación”. De este proceso, fue parte Aloisio, convocado por el gran maestro de los baqueanos, don Segismundo Welzc –fallecido el 2 de diciembre de 2009-, a quien acompañó en las primeras mensuras de las áreas naturales del norte misionero.
Welzc había nacido en Colonia Lanusse, en Wanda, muy cerca de donde en la actualidad está el Parque Provincial Urugua-í. Fue un funcionario recordado como un ejemplo, de vasta trayectoria en la dirección de Tierras y Colonización de la provincia, para luego pasar a desempeñarse en la Dirección de Áreas Naturales Protegidas al crearse el Ministerio de Ecología y Recursos Naturales Renovables. Incluso, en su memoria se creó en el área el Parque Provincial que lleva su nombre.
“Comencé a trabajar entre 1985-1992 con Segismundo Welzc, que también era guardaparque baqueano. Realizamos los primeros trabajos de mensuras de los parques en compensación de la Represa Urugua-í, planificando el área del Parque Provincial. Fui contratado para realizar estas mensuras, junto a otros baqueanos como Onécimo Olivera y sus primos, Ricardo Escobar, Miguel Giménez, Romero, entre otros. Nos tocaba acompañar en el territorio a los ingenieros de Posadas, a los biólogos y otros profesionales, rotando por las distintas zonas. Así fuimos marcando y creando las ANP, el Parque Urugua-í, Esmeralda, Cruce Caballero, Península, Foerster”, recordó Foletto.
El Ministerio de Ecología se creó en el año 1984. La primera área protegida provincial creada fue el Parque Isla Malvinas en el año 1982, de unas 10.000 hectáreas, la misma pertenecía a una serie de reservas forestales que la ley 854 había creado. Por ese entonces, la recuperación del gobierno democrático como país, llevó a la provincia a la creación de la cartera ambiental, medida con la cual otras tierras pasaron bajo la tutela del estado provincial para el resguardo del patrimonio forestal y natural.
Tiempo después, con el trabajo institucional y de personas comprometidas con el ambiente, se inicio un proceso que derivó al actual sistema de Áreas Naturales Protegidas y la conformación del Cuerpo de Guardaparques.
“Se avanzó con la creación del Parque Provincial Urugua-i (5 de octubre de 1990 por la Ley Provincial N° 2.794, con una superficie de 84 mil hectáreas) y mis primeras guardias fueron con Juan Domingo Perié”, acotó Aloisio.
Perié es ambientalista, ingeniero forestal y guardaparque, quien en la actualidad realiza guardias en el Parque Provincial del Che en Caraguatay, en Montecarlo.
Después, Aloisio vivió el proceso de trabajo sobre el Corredor Verde que abarca diversos paisajes que incluye áreas protegidas, propiedades privadas de usos diversos, colonias agrícolas con variadas situaciones socioeconómicas, comunidades aborígenes y también áreas de conflictos de uso y tenencia de la tierra, abarcando a 22 municipios. En áreas protegidas conforman el corredor, al Norte, los Parques Provinciales Yacuí, Urugua-í, y el Parque Nacional Iguazú; Al Este, la Reserva de Biosfera Yabotí, Parque Cruce Caballero y los Parques Provinciales Esmeralda y Moconá; Y al Sur, los Parques Provinciales Salto Encantado y el Valle del Cuña Pirú.
En esa época de recorrer el territorio para la marcación de lo que serían las futuras áreas protegidas, Aloisio trabajó con muchos profesionales, por ejemplo, recordó a la bióloga María Paula Bertolini, o a la ingeniera forestal Estela Romano, quien en la actualidad tiene su reserva privada y centro de educación ambiental “Don Rodolfo”, a lado del Parque Temático de la Cruz de Santa Ana.
“Hasta 43 días llegué a estar sin relevo en la Selva en Moconá”
El desarraigo propio que viven los guardaparques viene de la mano del proceso de trabajo, es parte del sistema y una elección de vida. Sin vocación ni compromiso ambiental, no se resiste a este trabajo forestal.
“El desarraigo no lo viven solo las mujeres, también los hombres. Ojala que se tenga en cuenta los desarraigos de los guardas de los primeros años, que fueron dedicados en una sola causa, la de defender selva y el ambiente en general, porque los baqueanos hemos tenido en nuestros inicios muchos años mucho más complejos de lo que es el sistema en la actualidad. No hemos compartido el crecimiento de nuestros hijos por estar todo un mes en el puesto de guardia, nos hemos perdidos actos de escuela, cumpleaños, fiestas de fin de año, momentos que no podemos recuperar. En mi caso, al inicio hasta teníamos de 25 a 35 días al mes dentro del monte, en la guardia hasta que venía con su camioneta Don Welzc con nuestro relevo”, recordó Foletto. Su máximo récord de guardia en la selva fue de 43 días, en Moconá.
Por ello, con esa vida laboral no era fácil conciliar las emociones entre el trabajo y la entrañable familia. Con su esposa Ivonne Machado tuvieron cuatro hijos, y siempre estaba la alegría del regreso a casa. Ella es trabajadora de la Salud de toda la vida, y como emprendimiento tienen una chacra propia donde cultivan especies nativas de la selva.
Uno de sus hijos, Fernando Foletto, siguió sus pasos de guardaparques en la provincia, y después siguió estudiando y es técnico asistente del CONICET, en la actualidad ejerce y reside en Iguazú. En tanto, una de sus hijas es docente y la otra contadora pública. Ya tiene un nieto, y es su gran motivo de vida.
-¿Cómo eran las guardias en tus inicios, entre 1985 y 1986?
Las guardias eran de 25 días corridos en promedio, a veces hasta 35 días máximo, que venía las camionetas con nuestro relevo. No teníamos movilidad, entraba una camioneta al Parque y era para trasladarnos a nuestros puestos para quedarnos varias semanas. Fue en el PP Moconá donde llegué a quedarme 43 días de guardias, después en el Parque Esmeralda me tocó otra guardia de unos 40 días. Fueron circunstancias, los vehículos por distintas razones, no podían entrar hasta las carpas del guardaparque en esas áreas, y no se podía hacer el relevo. Estamos hablando de una época en que no había casas para los baqueanos, entrabamos con las carpas. Y así nos quedábamos hasta que alguien venía a relevarnos en la guardia. Ese era nuestro trabajo.
En todos los Parques que entrábamos, en aquella época no había casillas ni puestos, dormíamos en las carpas. Después empezamos con la instalación de letrinas, las primeras viviendas de madera, sin luz, y después, mucho después, llegaron los puestos que se ven hoy, incluso con paneles solares en algunas de las casas de los guardaparques.
En aquella época estábamos sin comunicaciones, sin teléfonos, sin un vecino cerca, estábamos monte adentro por varias semanas, totalmente incomunicados con la familia en todos esos 25 días de guardia. Pero gracias a Dios, siempre que volvíamos, encontrábamos a la familia, el hogar en el que cada ciudadano guardaparque baqueano estaba viviendo.
Con el tiempo, fuimos elevando planteos al Ministerio de Ecología, realizábamos reuniones, donde pedíamos hacer guardias de menos días. Así, pasamos de 25 días corridos a 21 días, con 9 días de descanso, y con el tiempo logramos el sistema que rige en la actualidad, dependiendo de la zona, 7 días corridos mínimo o 15 días corridos de máxima.
Se fue logrando con los años la reducción de días de las guardias en los parques.
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-¿ Dónde fueron tus primeros trabajos y guardias?
Comencé en la Reserva Palmitera en Andresito, con Juan Domingo Perié, en la Ruta Costera N°2, al límite con Brasil. Sin casa. Íbamos y veníamos de patrulla a trabajar con la gente, con las distintas escuelas, a lo largo y ancho de la selva, en el entorno de los parques provinciales.
En la zona del interior del municipio de Andresito tenemos 28 escuelas rurales, y es donde hacíamos educación ambiental y visitas.
Recuerdo que con Fausto Rizzani salíamos cada tres años a realizar una campaña de concientización ambiental con el vivero de especies nativas que tenía a cargo en mi propiedad. Participaban diversas municipalidades de la provincia, los 18 departamentos y 78 municipios eran parte de la campaña.
Se plantaba árboles nativos en distintos lugares, plazoletas, escuelas, espacios verdes, todo dentro de la provincia.
Mis primeros años de trabajo fueron con Segismundo Welzc, Víctor Zemunich y Onécimo Olivera.
Y otros que se fueron como Alfonso Cabral, Romero, Horacio Foerster, Walter Zanichelli que era guardaparque nacional. Todos baqueanos que fallecieron o se fueron de los parques. Pero fue con ellos que empezamos a caminar los parques de la provincia, a trabajar en la formación de los parques, a quedarnos custodiando las áreas protegidas.
Muchos años me tocó trabajar solo. En ese entonces buscaba apoyo en los intendentes locales, visitaba a los vecinos más cercanos al parque, recorría la zona a caballo porque no teníamos casa donde quedar en el monte. Esto fue así muchos años.
Después, ya me tocaron guardias en el PP Moconá y PP Esmeralda, con el compañero Olivera. Un trabajo duro de carretilla, azada, palas, pico, machete, mango largo, porque antes no había recursos, no había moto guadaña, por ejemplo. Como podíamos íbamos abriendo el camino de los pajonales, y de esa forma íbamos manteniendo el lugar, el entorno más habitable de la casa de madera que fuimos haciendo, hasta poder reemplazarla con el tiempo por una vivienda mejor.
Las guardias eran inicialmente de 25 días corridos, por 5 de franco. Después se redujo a 21 días de guardia por 9 de franco; y de 20 días corridos por 10 de franco. Hoy tenemos 16 días de guardia por 14 días de franco, y depende de la situación hay hasta un mínimo de 7 días, menos no se puede para el trabajo que tenemos que realizar en las áreas.
Con las nuevas camadas de la Carrera de Guardaparque que se fueron incorporando, fuimos logrando mejores condiciones laborales. Diego Araujo, Oscar Araujo, Mónica Schoeder, son compañeros con los que trabajé muchos años, y sigo trabajando en la zona.
-¿Estuviste alguna vez en riesgo de vida por enfrentamientos con cazadores furtivos o en alguna situación de peligro?
Los guardaparques siempre estamos frente a una situación de riesgo, cualquier cosa puede suceder en un patrullaje de rutina o que nos pueda sorprender.
Recuerdo que nos juntábamos con distintos guardaparques baqueanos tres veces al mes antes de salir de nuestras guardias, entre ellos Segismundo Welz. Hacíamos patrulla, control y vigilancia a lo largo y ancho de las ANP, recorriendo desde Ruta Costera, la 101, RN 14, RN12, Ruta 19, Ruta 18.
Muchas veces nos encontramos con furtivos, hubo varios tiroteos, y tres veces me tiraron. En uno, estuvo Diego Araujo y puede confirmar estos encuentros de riesgo. Eran cinco o seis cazadores furtivos, apuntándonos.
En una oportunidad íbamos caminando monte adentro, recorriendo los parques, y tuvimos tres procedimientos distintos. Me acompañaban dos guardaparques, uno de ellos era mi hijo Fernando que trabajó 10 años en el cuerpo en el puesto del PP Foerster. Ellos también son testigos que nos encontramos con cazadores brasileros, nos encañonaron. Estábamos a 6 kilómetros del parque, sobre el Rio San Antonio.
Gracias a Dios no fue un enfrentamiento grave, logramos resolver la situación, ellos se repelieron y se metieron monte adentro. Son segundos donde uno en lo que piensa es en salvar su vida y la de tus compañeros.
En otra patrulla, llegando a una fuente de agua, mi compañero toma agua y se lava las manos en un arroyito, y le aviso que me iba a unos 40 metros aguas abajo para vigilar el área, había algo raro.
En ese interino, levanto la vista y del otro lado del arroyo, había seis brasileros con armas, mochilas y perros. Alerté a mi compañero, los tipos estaban fuertemente armados. Nos retiramos y regresamos al otro día, mejor preparados.
Pedimos refuerzos a Gendarmería Nacional y al Subsecretario de Ecología de ese momento para que bajen de Posadas hasta Andresito. Fue un procedimiento grande, filmaron todo el procedimiento. De los 6, sacamos a tres brasileros. Y así sucesivamente, siempre se realizan procedimientos en varias ANP de la provincia donde hay muchas historias para contar. Muchos horribles y riesgosos en el PP Península con Víctor Zemunich y Enrique Olivera, Segismundo y Alfonso (estos dos últimos ya fallecidos), amanecíamos en el agua para protegernos de los cazadores durante nuestras patrullas. Muchas veces nos tiraron con rifles o escopetas, desde sus piraguas.
Uno se metía agua adentro, para pasar al otro lado de la embarcación y escapar de la situación de riesgo hasta un lugar seguro.
-¿Y cómo era la convivencia en los puestos con otros compañeros de guardia?
Con distintos guardas vamos haciendo los relevos. Estar 20 días con un colega, o dos o tres, convivir no siempre fue sencillo para mí. Empezar que te toque una persona después de tantos años de trabajar solo, como nos tocó a todos los colegas baqueanos, a pasar a compartir las 24 horas con otro compañero o compañera que uno no conoce, en el que hay que organizar las tareas, las comidas, la hora del mate, lo hace llevadero por un lado. Pero muchas veces nos tocó alguien que no compartía. Y el espacio es el mismo para todos, había que tener mucha cintura para lograr una buena armonía en la convivencia laboral.
Con Juan Domingo Perié trabajé muchos años. En los inicios en la Ruta Nacional 101, en la reserva palmitera Urugua-í donde tuvimos varias reuniones con el intendente local Nito App en Andresito y Fonseca en San Antonio, entre otros que ya no están.
En aquel entonces teníamos muchos enfrentamientos, en el Corredor Biológico Urugua-i Foester había mucha caza furtiva, y por ello nos quemaron el puesto de Guardaparques en el PP Foester.
Esto pasó ya hace cinco años. Antes que nos quemen la casa, hubo un tiroteo cuando se encontraba solo un guardaparque en el puesto. En esa guardia estaba mi hijo, que a la tardecita salió a buscar combustible en Andresito porque había llegado el vale de compra de Posadas. Entonces su compañero se quedo solo. Hubo el tiroteo. Nosotros nos encontrábamos en el PP Península en ese momento. Nos trasladaron a los baqueanos más antiguos y sacaron los nuevos guardaparques hacia otros lugares. Son cosas fuertes que sucedieron y nos van quedando en el recuerdo.
Hoy estamos viviendo en la Reserva Yatei, dentro del corredor biólogico, y hacemos control y vigilancia sobre la Ruta 101, con el compañero Evaristo Sosa.
Entre 1993 y 1999 se peleo mucho para que no se mensuren esas 3.000 hectáreas, había mucha resistencia. Sin embargo, hoy esto forma el corredor biológico en selvas que se conectan con reservas privadas y se regenera la conectividad del bosques en el áreas.
Hubo mucha presión política, cada cuatro años venían los intendentes y se avanzaba sobre la selva haciendo las mensuras. Hubo intrusiones y así fueron pasando los años. Esto quedó finalmente en un corredor en manos privadas comprometidas con la conservación.
Muchos biólogos, ingenieros, técnicos, guardapaques pasaron por mi chacra, ya que tenía en mi casa un espacio para que los chicos puedan venir y hacer su tesis. Después formaron la ONG Conservación Argentina con Diego Varela y otros, pasaron sus 23 años por acá trabajando, y la mayoría de estos profesionales hoy trabajan en Iguazú.
La realidad es que fue un trabajo conjunto del cual formé parte de un proceso. Mi hijo Fernando estuvo algunos años de guardaparque, y en la actualidad es biólogo, extensionista de campo que trabaja en conservación dentro y fuera de los parques.
Hay muchos documentales hechos, registro fotográfico de fauna, flora y aves de la selva misionera. Se recopilaron muchos datos en estos últimos 20 años.
– ¿Qué expectativas le genera el nuevo intento de sancionar la ley de Régimen de Ventana Jubilatoria y el proyecto de ley del Estatuto de Guardaparques que se debate entre los compañeros?
Hay muchos años trabajo intentando su tratamiento. Con Mónica, empezamos a trabajar cuando entraban las primeras remesas de los guardaparques con títulos técnicos, empezamos a reunirnos y armar este proyecto de Ley del Estatuto de Guardaparque, siempre intentando mejorar la calidad de vida de los guardaparques. Y hasta ahora nunca lo logramos.
Tampoco el beneficio de Ventana Jubilatoria, que creo es un justo reconocimiento para quienes dedicamos nuestra vida a custodiar la selva. Estuvimos varias veces en la Cámara de Diputados para ver si podíamos llegar con una mejor jubilación al finalizar nuestra vida laboral, pero no fue así. Varios proyectos se presentaron y no fueron tratados, así pasaron los años.
La última que se trató en la cámara este proyecto fue hace 6 años, donde se trabajó en la comisión y se sancionó una ley de Ventana Jubilatoria que solo faltaba la firma del gobernador, pero esta nunca se concretó hasta la fecha
Los nuevos delegados gremiales y algunos compañeros parece que empezaron de vuelta a mover la iniciativa en la Cámara de Diputados, y espero que esta vez logremos para todos los baqueanos una digna jubilación, pero más aún me preocupa que los guardaparques que quedan trabajando aún no cuenten con un estatuto que determine reglas claras de la tarea y mejoren sus condiciones laborales.
Necesitamos que se apruebe la Ley del Estatuto de Guardaparques, realmente lo necesitamos. Prácticamente nuestro salario se rige en un 78% por otros ítems, resoluciones y decretos. El sueldo en blanco en solo un 22% o 25%. Es muy poco. SI nos pasa algo, o tenemos que retirarnos, la jubilación que nos corresponde es menor que la mínima. Es imposible que un guardaparque se retire con esa jubilación.
Los años vienen con achaques en la salud. Estoy pasando en estos momentos por un tratamiento prolongado de mal de Parkinson, que requiere controles y mucha medicación, cada tres horas debo ingerir pastillas. La Junta Médica 145/21 me recomendó reducción de carga horaria y tareas livianas, sin ir a terreno por el término de un año.
De todas formas, volví al puesto en Yateí con guardias pasivas, acompaño a los colegas, aporto mi experiencia porque conozco el territorio, doy algunas charlas en escuelas donde explicó que hay que tener claro la importancia de cuidar conjunto de la naturaleza, que hay que conocer la selva misionera, cuidarla. Dejar de destruir la selva.
Sin embargo, a pesar del desarraigo, las condiciones laborales que afrontó por elegir este tipo de trabajo y el bajo salario, hace 35 años que sigue firme como guardián de la selva misionera. ¿Qué significa ser baqueano para ud. y cuál considera es el rol principal de un/a Guardaparque?
Uno es guardaparque baqueano o de carrera las 24 horas. Es una elección de vida. No importa si estás en tu casa, en una actividad como ciudadano, en el colectivo, en una escuela o en el puesto, siempre uno es guardaparque. Y así te reconoce la comunidad. “Mirá, el fulano guardaparque”.
Muchas cosas pasaron que nos marcaron como personas. Son historias de la vida que van quedando, con los compañeros, con los jefes. Me gustaría que todo esto mejore por los nuevos guardaparques y por el cuidado de la selva y el ambiente en general. Misiones tiene que reconocer mejor el trabajo que hacen los custodios de la biodiversidad, porque necesitan estar contenidos y bien remunerados para poder hacer frente a todo lo que les toca en su tarea diaria.
Ser guardaparque no es un trabajo para cualquiera. Hay mucha gente que renuncia al poco tiempo. Ser guardaparque es algo que te tiene que brotar desde adentro del corazón, te tiene que gustar mucho, hay que amar y sentir la selva, y conocer realmente lo que es el monte misionero.
Hay que proteger desde el agua, al bosque, el aire libre, la fauna, lograr que el ambiente sea agradable para ancianos, jóvenes, niños, y las generaciones por venir. El guardaparque tiene como una función clave la educación ambiental.
Fuente: ArgentinaForestal.com